viernes, septiembre 11, 2015

Lo que verdaderamente pasa con el Arte

El Arte del hoy

En este post se abordará la cuestión desde la simplicidad de los hechos empíricos y en otro posterior se hará desde la farragosidad de la Teoría. Si bien es cierto que ya todo quedó apuntado en mi artículo publicado en Jot down, que aconsejo leer para encontrarle sentido a éste, "El hoy del arte":



La cuestión es que uno hace un esfuerzo denodado por argumentar su tesis -expuesta el “El hoy del Arte”- entre gente del sector (artistas, galeristas, asesores culturales, técnicos culturales, directores de medios culturales, críticos de arte y aficionados al arte en general), pero la respuesta de toda esa gente viene siendo siempre le invariablemente la misma: una mirada entre perdida y airada, y una suerte de asentimiento cuasi forzoso. Por lo que a veces acaba creyendo uno que le dan la razón como a los locos. Si bien es cierto que esa mirada perdida también denota en muchas ocasiones un principio de entendimiento comunicativo, o un amago de entendimiento que mis interlocutores intentan al mismo tiempo disipar por la cuenta que parece traerles. Algo, por otra parte, que no carece de sentido, pues mi teoría consiste básicamente en señalarles la inoperatividad de toda acción que siga contemplando el Arte como se contemplaba hace 10 años, por decir una cifra.  

La cuestión es, en cualquier caso, que toda esa gente que se me dirige para comentarme su situación profesional dentro de ese mundo del Arte lo hace, sólamente, para quejarse. No hay quien renuncie a narrarme con precisión cirujana las tremendas penurias, calamidades y desafueros que sufre diariamente en un mundo, el suyo, el del Arte, que tal y como ellos mismos aseguran no funciona en absoluto. Desde hace aproximadamente 10 años.

Pero vayamos a la historia, la que acaba de sucederme. Hace un par de días me llamó por teléfono una galerista que  no veía hace años manifestando interés en hablar conmigo, así que concertamos una una cita a media tarde de ese mismo día. O sea, ayer. Acudo a la cita y como son muchos los años en que no nos vemos comenzamos poniéndonos al día sobre nuestras actuales circunstancias. Sus palabras no ofrecen dudas ya desde el principio. Como galerista ha tirado la toalla, no tanto porque haya dejado de ejercer cuanto porque ya no espera nada de esa profesión. Su desmedida pasión por el arte la hace continuar aun cuando carezca de beneficios. Sus quejas son definitivamente irrevocables porque se encuentran fundamentadas por unas circunstancias que empíricamente son indiscutibles. Las hace extensibles también a varios colegas de la profesión que ambos conocemos (y lleva razón, como he podido comprobar a lo largo de estos últimos años). Pero hay algo que resulta muy revelador en esa queja masiva: ya ninguno de ellos asocia esa total inoperatividad actual del Arte a la crisis económica. De hecho, lo fácil en un sector como éste hubiera sido recurrir a la crisis para justificar este descalabro (de hecho, se hizo sólo en los aparatosos inicios de la crisis), pero no, insisto, ya nadie recurre al argumento de la crisis para explicar esta inoperatividad total del Arte.

Y así es como me encuentro enfrentado, con bastante frecuencia, a quien admitiendo un fracaso, el suyo particular dentro del integral del sistema, no sabe hacer otra cosa que quejarse. Si acaso puede uno encontrarse con la figura de aquel que lucha con la -absurda- creencia de que las cosas volverán a ser como en antaño (como hace 10 años aprox.). ¡”Reiventándose”! como muchos de ellos dirían. Algo que generalmente acaba traduciéndose en el uso de tácticas algo diferentes de las que en su momento funcionaron, pero con estrategias aferradas a ese mismo paradigma que lleva 10 años (?) mostrándose ¡obsoleto!

Pasada una media hora de conversación trufada de quejas y lamentos sobre el actual momento del Arte, la galerista se decide a abordar el motivo de su interés en hablar conmigo. La cuestión es que en los años de bonanza económica (hasta 2006) surgían, como es bien sabido, coleccionistas allá donde existieran galerías de Arte dispuestas a suministrar artefactos que contuvieran "futuro" y/o que proporcionaran "clase". Y en estas circunstancias, quede claro, no hay estafadores ni víctimas (como muchos quieren ver), lo que hay es una concreta realidad que nace bajo unas determinadas condiciones favorables. La construcción inmobiliaria favoreció el surgimiento de una clase social con un alto poder adquisitivo. Y con muchas ganas de figurar.

Uno de ellos fue un ampuloso y conocido notario de la Comunidad Valenciana, un tipo de esos que se toca los gemelos de la camisa mientras estira el cuello para desahogarse de su corbata de Valentino. Lo compraba casi todo, al menos casi todo aquello cuyo precio pudiera indicarle que no se equivocaba. Se decía de él que era un gran coleccionista, un hombre de cultura. De hecho ese ha sido siempre el objetivo principal de los "importantes" coleccionistas de Arte: el de conseguir ser tildados de grandes coleccionistas, esto es, el de ser señalados como personas cultas. De ahí que -sólo- compraran -en su momento- aquello cuyo precio pudiera indicarles que no se equivocaban. He aquí la clave del funcionamiento del Arte: en los momentos de bonanza económica -que es cuando surgen coleccionistas como hongos- sólo puede ser "bueno" lo que cuesta mucho dinero, esto es, aquello cuya posesión pueda conferir prestigio. Las cosas valen, lo sabemos, lo que uno está dispuesto a pagar por ellas.

Pues bien, sigamos con la trama: según me cuenta la galerista amiga -profesional y honesta como pocas- este notario acaba de vender su chalet situado en una privilegiada primera línea de playa. Pero lo ha hecho, y esto es lo bueno, !con una gran parte de su colección de Arte dentro!, hecho que no ha sido utilizado para incrementar el precio de venta. Una colección de Arte, y esto es igual de bueno, que en contra de toda previsión dictada por la lógica (?) sólo ha conseguido enfurruñar al nuevo propietario, un extranjero que se ha encontrado esa extraña herencia sin comerlo ni beberlo. Es decir, que se la ha encontrado por castigo. Tanto es así que lo primero que ha hecho es ponerse en contacto con la galería de Arte más cercana, la de mi amiga, para pedirle ayuda. ¡Ayuda!, sí, porque bajo ningún concepto quiere quedarse con todos esos cuadros adquiridos en su momento por su antiguo propietario, el gran coleccionista y hombre de cultura. Le pregunto entonces a mi amiga acerca de los cuadros en cuestión, esperando sin duda que el patrimonio estuviera compuesto por esas obras menores que suelen ser el producto de compras comprometidas o precipitadas. Pero no, y esto sigue siendo igual de bueno, se trata de obras mayores de artistas que continúan luchando por mantenerse en ese mercado del Arte del que todo el mundo se queja. No sabe nadie por qué el ínclito notario las ha dejado allí pero la cosa es que quien de repente se ha encontrado con ellas por cojones está enfurruñado. Le ha pedido a mi amiga galerista, en tanto que profesional de la compra-venta de Arte, que por favor le eche una mano y que le ayude a deshacerse de todos esos enormes cuadros diciéndole que si no lo hace los acabará tirando al contenedor. Por eso su propuesta, y esto es lo verdaderamente bueno, ha sido muy clara: "véndelos por lo que te den, lo que sea, y de lo que saquemos a medias y punto. ¿No decís todos que se trata de obras de arte tan buenas? Pues entonces no te resultará difícil venderlas a precios sumamente inferiores a los del actual mercado, ¿no?".

Me disculpo por no poder ayudarla, pero la curiosidad me puede y le pregunto de qué precios estamos hablando. Su contestación hay que situarla, precisamente, en el contexto del actual mercado (?), pues estamos hablando de obras concretas que hace 8 años costaban (y puede que cuesten aún en alguna galería) entre 3.000 y 15.000 euros. El nuevo propietario no ha dudado un ápice en poner precio a esos cachivaches incómodos "200, 300 euros, lo que sea, véndelos por lo que te den".

Post posterior y complementario
http://albertoadsuara.blogspot.com.es/2015/11/lo-que-verdaderamente-pasa-con-el-arte-2.html

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