domingo, junio 29, 2008

Demagogia

Con todo el miedo metido en el cuerpo, con todo el miedo metido hasta las gónadas, dice el político de derechas ante los medios que le instan a una definición de su nuevo partido: “centro, diálogo, mujeres y futuro”. Y el político pone cara de haber cumplido una misión.

Centro. El centro es un punto, un punto que no es necesariamente de encuentro. Desde el punto de vista geométrico sería el lugar del cual equidistan todos los de la circunferencia correspondiente. Así, para entender la metáfora, cuando un partido político se autodefine como de centro, y con independencia de que eso sea creíble e incluso posible, lo que hace es ubicarse en un lugar en donde todos equidistan de él en la misma medida, de tal forma que una ideología socialdemócrata (por un decir) sería equiparable a una ideología (es un decir) nacionalista. O lo que es lo mismo, la actitud de un partido de centro equidistaría igual de todos aquellos que se encuentren dentro de la misma línea de la circunferencia. “Siempre y cuando –se apresurarán a decir quienes se autodeclaren de centro- permanezca dentro de la Ley y su actitud se atenga a la constitucionalidad”.

Desde el punto de vista del álgebra abstracta el centro serviría para denotar al conjunto de todos los elementos que conmutan con todos los demás. Así, cuando un partido se autodenominara de centro sabríamos, todos, que se trata de un partido perfectamente cristiano en el que todos, por fin, seríamos hermanos. Hermanos y residentes en un país que podría llamarse de cualquier manera. Disneylandia, por ejemplo.

Diálogo. Los tópicos siempre han funcionado bien ante una mayoría, ante cualquier mayoría. De hecho, los tópicos tienen el mismo predicamento y funcionan exactamente igual en Kenia que en Valladolid. Uno de los más difundidos es el de que hablando se entiende la gente. Algo que se dice, como en tantas y tantas ocasiones, cuando se pretende ignorar el lado animal del ser humano. No hay más que ver un programa de televisión (y es igual que se trate de un debate político que de un programa rosa), para darse cuenta que, fundamentalmente, hablando se desentiende la gente. Cada Uno se desentiende del Otro, claro.

Además, el diálogo tiene buena fama porque suscita idea de movimiento. Algo que resulta esencial para el ciudadano ya anclado en la Nueva Era, la Era de la Informática. Si hay algo que reclama esa nueva sociedad que se mueve por autopistas de información es, precisamente, movimiento. Lo único que confiere credibilidad a la existencia a este nuevo tipo de ciudadano es la idea de movimiento, el movimiento que genera la información obtenida a través de un clic. Y la idea de haberse (in)formado desde una efímera superficie luminiscente. Por otra parte, existe algo en la idea de movimiento continuo que sirve perfectamente a los intereses de esos nuevos ciudadanos amantes de la second life: que reniega de las conclusiones. En efecto, en un mundo donde el movimiento es necesariamente entendido como continuo ya no caben las conclusiones, pues al no existir la pausa no hay posibilidad de pensamiento. Los silogismos se quedan sin la parte que daba sentido al pensar. Las premisas adquieren un valor todopoderoso y reniegan de esa parte del silogismo que ancla el pensamiento en un punto. El punto es una pausa y la pausa un estorbo. Las conclusiones serían, para mis alumnos, por ejemplo, la perfecta representación de la muerte. Ya no hay pues silogismos, pues no hay conclusiones, hay sólo movimiento, es decir, diálogo. Sin entendimiento, se entiende.

Mujeres. Aquí, sin embargo, me pierdo. No tanto por el término en cuestión cuanto por no saber exactamente lo que representa para el político enunciador de las características que deben definir a su partido... de centro. ¿Se trata de potenciar y ayudar a la Mujer en esos términos políticamente correctos que la consideran víctima en sí misma y en general de todos los hombres que conforman una unidad machista? ¿O simplemente se trata de decir que su partido va a predicar con el ejemplo haciendo un uso desproporcionado (¿) de la paridad a la que están obligados por ley?

Fuere cual fuere la interpretación de sus palabras, la cuestión (el problema) tiene fácil solución: el diálogo (supongo que es por eso que han puesto tantos teléfonos de ayuda), el diálogo desde ¿el centro? En otras ocasiones lo hemos apuntado: la única forma de no resolver un problema es creando las pautas que lo vayan haciendo irresoluble. Entre otras cosas porque la persistencia de problemas es lo que crea la ilusión de necesitar a los políticos y porque la existencia del problema puede ser rentabilizada por quien dice querer acabar con él.

Por otra parte el centro fue para la doctrina moral de Aristóteles -en tanto que justo medio-, una posición entre dos opciones de conducta que se consideran viciadas. Así cuando el político nos junta centro, diálogo y mujeres viene a decirnos que serán ellas, las mujeres, las que nos desquitarán del vicio. No sé si serán las mujeres de su partido las que conseguirán una sociedad mejor a través del diálogo o si será su partido dialogador el que conseguirá una sociedad en la que las mujeres vivan en igualdad de condiciones. En cualquier caso, lo que se infiere de sus palabras es claro: la Mujer es un objeto codiciado para todo político que quiera medrar. Y a la mujer no parece importarle nada. Supongo que mientras vaya beneficiándose a corto plazo de lo que se va empeorando al largo.

Futuro. Existe una forma perversa de entender el presente, la de desentenderse de él aduciendo que es irremediablemente incomprensible debido a la falta de perspectiva histórica. Es probable que dicho así pueda parecer chistoso, pero lo de la falta de perspectiva histórica es exactamente la base sobre la que se ha fundado lo que conocemos por Cultura Moderna, la que a su vez se ha fundamentado y justificado a partir del concepto de progreso. (Quien quiera puede acudir a la siempre edificante Historia del Arte y comprobará como todos y cada uno de los movimientos modernos se basaban en la incomprensión que suscitaba y por tanto en su valor de futuro, el que se preveía desde la ignorancia).

Marc Bloch ya apuntó como más productiva que otras esa forma de historiar que trataría de ir entendiendo el pasado desde el presente yendo cada vez más hacia atrás. Es decir: trabajar desde lo más conocido hacia lo menos conocido en una especie de método regresivo. Tiene su lógica, de hecho y como dice Peter Burke “con independencia de dónde se comience una historia, siempre puede argumentarse que debería haber empezado antes”. Por supuesto se trata de algo que imposibilita a los que alegan incapacidad de conocer el presente por falta de perspectiva histórica. Y por eso sólo hablan de futuro.

Conclusiones. No las hay. No puede haberlas.

No hay comentarios: