lunes, junio 23, 2008

Perversión

En el anterior post hemos visto cómo a Loretta le cambia la vida una experiencia, la de conocer a un hombre que es capaz de levantarla en brazos mientras le dice “te voy a follar hija de puta”. En cualquier caso, lo anormal no se inscribe en el hecho de que una experiencia pueda cambiar la vida de una persona, sino en el hecho de que la experiencia sea provocada por la propia persona actuando a la inversa de lo que se encontraba preestablecido por y desde ella misma. Es decir, el cambio no viene producido por una experiencia ajena a ella e impuesta desde fuera, sino por una experiencia que además de ser provocada por ella resulta contraria a su manera de ser. Sin olvidarnos que esta expresión, “manera de ser”, no hace referencia más que al conjunto de signos y síntomas por los que la personalidad emerge para confrontarnos socialmente a los otros. La personalidad nos distingue de los otros en la medida en la que nos identifica ante los otros.

Loretta cambia de hombre de un día para otro. Y cambia a un hombre que se arrodilla ante ella, por otro hombre que es capaz de levantarla por el aire (y por tanto de separarla de la tierra); el primero cede ante su deseo (y por eso se arrodilla) y el segundo manifiesta enérgicamente el suyo (y por eso la levanta). Tal es el cambio; pasa de elegir ser “madre” de su amante (de Johny) a elegir ser “objeto” de un amante también deseado (Ronny), de elegir el dominio de la situación y una seguridad más o menos incierta (como la que vive su madre) a elegir una especie de sumisión y una cierta inseguridad (de la que nada sabe). Un cambio asentado en el riesgo, pues la claudicación inmediata ante Ronny se fundamenta en la irracionalidad, en aquello que escapa a las leyes sociales y culturales. El mito, una vez más, ha prevalecido sobre lo mundano; se ha impuesto el proteccionismo, la fuerza, la acción, la asertividad y por tanto la incerteza y el riesgo, porque es precisamente todo eso lo que puede acercar a Loretta a un contacto con lo Real, porque es donde Loretta puede encontrar su verdadero goce. De hecho, poco después de consumar el acto se reconocen mutuamente haber estado muertos antes del encuentro carnal.

Mutatis mutandi. Como es sabido, acaba de implantarse un nuevo Ministerio, el de la Igualdad. No sé si lo que pretende es reivindicarla o imponerla, pero en cualquier caso su flamante Ministra se encuentra concediendo entrevistas a los medios con el fin de explicarlo. La penúltima la concedió al El País hace unos días (18 de Junio). Ante la pregunta basada en aquel dislate léxico (“miembros y miembras”) que le hacían los periodistas, “¿Quería un debate sobre el sexismo en el lenguaje o una broma se fue de las manos?” Bibiana Aído contesta, “no voy a añadir nada más sobre esta cuestión”. Con lo queda demostrado el carácter juvenil y prepotente de la Ministra, que manifiesta muy poco respeto hacia el interlocutor, pues presupone que el lector (en este caso de El País) ya sabe todo lo que hay que saber a través de (se supone) comentarios por ella misma vertidos no se sabe dónde. Su negación a contestar es pues, en este caso, un signo de perfecta incompetencia política y un síntoma de incapacidad intelectual. O por decirlo de otra forma: su renuncia de explicación es un tipo de respuesta/explicación que sin duda ha sido aprendida viendo programas del corazón y no leyendo ensayos, por lo que es una respuesta propia y previsible de Isabel Pantoja o de Ana Obregón, pero no de una Ministra.

Si se da por hecho la igualdad no sabría cuál es exactamente su cometido, más allá de exigir su aplicación, lo que demostraría, entre otras cosas, la incompetencia del Ministerio de Trabajo y cuestionaría la eficacia de la Justicia en su totalidad. Y si lo que trata es de imponerla no entiendo muy bien cómo puede imponerse algo que pretende englobar a dos entidades que son consideradas distintas, distintas en la medida en que es eso exactamente lo que al parecer hace necesario hablar de igualdad y crear un Ministerio. La cuestión es que incluso para abordar el problema de la igualdad (¿o debería decir desigualdad?) el Ministerio ha creado dos teléfonos de asistencia dependiendo de si son hombres o mujeres los/las que llaman. Ante la observación de los periodistas al respecto Bibiana responde, “la única forma de avanzar en la igualdad es incorporando a hombres y mujeres. La sociedad ha cambiado mucho y es muy importante que avancemos en el cambio de roles”.

Respecto a la primera de las afirmaciones sólo me queda que expresar mi incomprensión, pues no entiendo por qué, de repente, parece estar dando una receta de cocina. Y respecto a la segunda sólo cabe expresar mi admiración y perplejidad: admiración por la primera parte, la que nos abre los ojos diciéndonos que la sociedad ha cambiado mucho y perplejidad por la segunda, pues una cosa es reconducir un rol y otra es (inter)cambiarlo. Lo que se deduce en cualquier caso de esta respuesta es que la necesidad de corrección política es tan grande que induce a decir tonterías que careciendo de sentido dejen clara la buena voluntad. (Y todo se ha de decir, la gente cada vez más vota a quienes muestran buena voluntad en los medios y menos a quienes persisten en aplicar soluciones desde un enfoque ideológico sea del cariz que sea. Incluso a pesar de que se encuentre mal expresada esa voluntad, como es el caso).

Y por último el motivo que ha dado lugar a este post, el titular de la entrevista, en negrita y con casi un centímetro en la fuente: “Vamos a trabajar sobre una nueva masculinidad”. Con lo que, de nuevo, la única causa del problema, la causa de tanta desgracia, es el hombre; el hombre, pues, como ÚNICO culpable. Presupongo que este sentir se correspondería con aquel tópico que en mi adolescencia ya se difundía por doquier: deberíais los hombres sacar vuestro lado femenino sin avergonzaros de él y olvidaros de ese compromiso adquirido con vuestro género que no se corresponde con una demanda real nuestra. Como si el lado femenino redimiera a quien es sólo malo debido a un lado masculino, criminalizando no tanto al canalla como al género.

Los periodistas, que parecen saber mejor de qué hablan que la propia experta, preguntan, “Cuando se habla de una nueva masculinidad podría alguien entender que se criminaliza lo masculino en bloque”, a lo que Bibiana responde, “Una forma de trabajar contra la violencia de género es trabajar en la igualdad, porque se sustenta en la desigualdad, en una masculinidad que descansa en un sistema patriarcal, así que trabajando por una sociedad más igualitaria combatimos la violencia”. Así, la nueva Ministra vuelve a dar pistas acerca de su peligrosa ignorancia, ya que la mal llamada violencia de género poco tiene que ver con un problema de igualdad. Loretta actúa como actúa, no tanto por vivir en una sociedad patriarcal como por ser mujer. Ronny ha mostrado, ya en la primera secuencia, importantes dosis de agresividad y no sólo no resulta disuasorio para ella sino que se convierte en motor. Y Como sabemos que es una película, no le queremos dar mportancia, sobre todo porque intuimos que por ahí nos encaminamos hacia el final feliz, ese en el que nos imaginamos una perfecta vida ulterior de los personajes. Pero Ronny ha mostrado su lado violento y, por decirlo en palabras de Ronny, Loretta se ha puesto cachonda. De hecho se trata de la escena que enciende a Loretta, y es justo la secuencia anterior en la que se produce el salvaje encuentro sexual por ella buscado.

Como vemos, la conclusión de Bibiana choca tanto o más con el modo de actuar de Loretta que con el modo de actuar de Ronny, que al fin y al cabo se ha mostrado como es desde un principio sin pretender nada de ella; es en ella donde emerge el fuego, un fuego que llega a un Ronny y lo abrasa. Un fuego, en definitva, que no es de Ronny en la medida en la que sólo puede ser de ella. El problema, como tantas veces se ha apuntado en este blog, es que la estrategia de la corrección política es la de hacer irresolubles los problemas que denuncia y que dice intentar erradicar. Por resumir: es falso que realmente lo intente, pues es en la existencia del propio problema donde todo gobierno encuentra su máxima rentabilidad. La eliminación del problema no daría ni un euro a las miles de personas que viven de él y lo que es peor, nodaría ni un voto a quienes lo usan para conseguirlos.

Son muchas las Lorettas que hay repartidas por todo el mundo. No son sino mujeres que buscan la experiencia de lo Real, mujeres que no buscan lados femeninos en los hombres sino más bien ese hombre que pueda descubrirles el goce al que sólo ellas tienen acceso (como sabiamente apunta Jesús González Requena en “El Héroe y la Mujer”, Trama y Fondo 16). Lo que sucede es que, una vez más, los mandamases reconducen las pulsiones de la sociedad conculcando algo que en el fondo infantiliza (y por tanto irresponsabiliza) más a los integrantes de esa sociedad. Desde las altas instancias académicas así como desde las altas instancias políticas, tan bien avenidas ellas, se nos lleva conculcando una desmitificación del Mito sin paliativos. Su indiscriminada ansia de relativismo les induce a desmitificar incluso lo que obtiene su único sentido a través del Mito. Así, a Bibiana le pasa lo que a tantos ciudadanos: que ven signos machistas o patriarcales donde sólo hay signos de una construcción simbólica de la diferencia sexual. Algo que genera un problema que se agrava cuando esos mismos ciudadanos que han renunciado al Mito (por cosiderarlo signo machista) siguen haciendo uso del Rito. Cuando Loretta es escéptica con su futuro y no cree en el amor se sirve del Rito para despistar su apatía, su nihilismo, y por eso exige protocolo y resolución formal. Pero la construcción simbólica de la diferencia sexual es algo a lo que estamos atados los seres humanos, por lo que resulta como mínimo inquietante que se haga un esfuerzo tan grande por negar lo que aflora de forma inevitable, el Mito. Ésta es precisamente la causa por la que los problemas no se resuelven e incluso se agravan: porque mientras se conculca la igualdad (desembarazándose del Mito), sin renunciar a los ritos que mantienen los roles tradicionales, llega Ronny y le dice a una mujer inteligente: “te voy a follar hija de puta” y la mujer inteligente le contesta, “no dejes nada de mi (para cuando me case con tu hermano), deja sólo la piel y los huesos”. La perversión consiste, pues, en exigirle al hombre que sea aquello que es contrario a lo que marca el deseo de quien lo exige.

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