Por cuestiones que no vienen a cuento he visto, en el mismo día, dos películas españolas realizadas por las mismas fechas: Deprisa deprisa de Carlos Saura (1981) y Los autonómicos de Mariano Ozores (1982). Por ir al grano: de entre las dos me quedo con esa que tan bien (¿) representa aquella época de transición, Los autonómicos. O por decirlo de otra forma, me quedo con Los autonómicos, entre otras cosas, por los motivos que se adujeron para defender la otra, Deprisa deprisa: por representar la “transición que media entre la represión fascista y la democracia” (consúltense hemerotecas).
No se trata de comparar dos formas de entendimiento cinematográfico tan antagónicas, pues ante toda posible comparativa saldría siempre beneficiado Carlos Saura. Y menos aún se trata de minusvalorar la obra de uno de los directores que mejores productos cinematográficos nos dejó en épocas menos libres. De lo que se trata, pues, es de dilucidar cuál de las dos películas representa mejor, no tanto una época concreta como al país en que se circunscribe su producción; un país que al parecer no puede más que repetir tenazmente los errores que imposibilitan su verdadero desarrollo. Es en este sentido que Deprisa deprisa “sólo” relata una historia que se adscribe a unas concretas coordenadas espacio/temporales y, sin embargo, Los autonómicos relata, aunque a partir de la parodia, nuestra particular hecatombe.
Deprisa deprisa no deja de ser una correcta descripción del particular momento de un país en vías de desarrollo; un país que lucha por recuperar el tiempo perdido. La localización de los exteriores elegidos le sirve a Saura como metáfora de un desarrollo que ignora y relega cualquier periferia (periferia que es aquí protagonista). Pero es en este sentido en donde la película se vuelve, en contra de las apariencias, más universal, esto es, menos representativa de lo particular. Así es como, por ejemplo y salvando las distancias, es reconocible como “nuestra” la idiosincrasia periférica de un Ken Loach (Lloviendo piedras o la de n Mike Leigh (Secretos y mentiras), por citar sólo dos ejemplos. Sé que resulta difícil de aceptar, pero hay quien sólo bajo presión y ante el posibilismo se crece artísticamente. El mejor cine de Saura es, paradójicamente, el anterior a la democracia: Mi prima angélica, Mamá cumple 100 años, Elisa vida mía y sobre todo La caza.
De esta forma, la curiosa demanda de Aniceto (Juanito Navarro), alcalde del pequeño municipio de Regajo de la Sierra, es menos grotesca de cuanto pudiera parecer, y mucho más representativa de un carácter que se ha demostrado tan particular como consustancial en nuestro territorio. Tal es la trama de la película: Aniceto quiere convertir a su pequeño municipio en Comunidad Autónoma y hará lo que haga falta para conseguirlo (sobornos, chantajes). Una trama, como puede verse, que resulta perfectamente representativa no tanto de su momento histórico, que también, cuanto de un carácter que subyace en la clase dirigente española más allá de un concreto momento histórico. O por decirlo acorde a los términos que aquí nos importan: cuando yo veo Deprisa deprisa mi memoria me retrotae con precisión al Moratalaz de mi infancia, un Moratalaz sórdido que produce un recuerdo cargante por exacto, es decir, cargante por “antiestético”. Sin embargo cuando veo Los autonómicos mi memoria desaparece ante la descripción de unos hechos que pierden su sentido histórico para conducirme, a través de la sátira, al genuino y persistente esperpento español.
Ciertamente todo producto es (fue) consecuencia de su propio presente, pero no es menos cierto que el devenir juega con varias posibles combinaciones de los elementos que conforman el verdadero éxito ulterior; es decir, un éxito en el presente continuo no garantiza posteridad alguna. Cientos de películas con gran éxito en taquilla han acabado en la indigencia debido al implacable juicio emitido por el paso del tiempo. Hay quien cree que se debe sólo al cambio de gusto de las sociedades, pero a mi modo de ver se trata de algo más fácil de explicar: mucho de lo que en cada presente continuo ha parecido representativo de su época no ha sido más que el producto de una imposición estética conculcada por una pandilla de intelectuales progres con mucha falsa fe en el futuro.
Indudablemente es mejor director de cine Carlos Saura que Antonio Ozores, e indudablemente es mejor película Deprisa deprisa (a pesar de los pesares) que Los autonómicos, pero vistas estas dos películas en la actualidad cabe creer que el paso del tiempo ha clarificado las cosas en cuanto a la representatividad de ambas; una es representativa de un momento tan puntual como discutible, la otra es representativa de nuestra particular hecatombe. Ya lo decía más arriba: de lo que se trata, pues, es de dilucidar cuál de las dos películas representa mejor, no tanto una época concreta como al país en que se circunscribe su producción; un país que al parecer no puede más que repetir tenazmente los errores que imposibilitan su verdadero desarrollo. Los autonómicos, al igual que Deprisa deprisa, representan bien la “transición que media entre la represión fascista y la democracia” pero la primera nos muestra, además, de qué estamos hechos los españoles.
domingo, diciembre 26, 2010
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2 comentarios:
Totalmente de acuerdo, aunque no me parece paradójico que el mejor cine —y no sólo el de Saura— sea el anterior a la democracia. Ya decía Nietzsche por algún lado que las dictaduras le van bien al arte. Y es que la imposibilidad de expresar directamente lo que se pretende aguza la creatividad, que es el ingenio. Sin censura no hay estaca de Lluís Llach o, como mínimo, no tiene la fuerza del símbolo compartido. La libertad nos va bien a las personas, pero los límites parecen irle muy bien al arte. Un saludo.
Triste pero es lo que hay.
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