Hace unos días El Cultural de El Mundo publicaba un extenso y bien informado artículo que firmaba Elena Vozmediano. Se llamaba “Museos bajo control. ¿Puede funcionar un centro de arte sin director?” Había tanta información y mostrada de forma tan exhaustiva que apenas le quedaba espacio a la periodista para dar su opinión, sólo al final lo hacía. Es más, en casos como este en los que se impone el suma y sigue descriptivo, la opinión siempre queda más o menos reflejada en la misma adenda. La descripción del panorama que nos queda en España respecto a los centros de arte y museos es absolutamente desoladora. De eso trata el artículo; de ver qué es lo queda de un centro expositivo cuando el dinero de las arcas públicas no llega ni para sanidad; de ver qué queda y quién lo gestiona.
En este sentido, el texto apuesta por la enumeración de los centros de arte que están “descontrolados” y por mostrarnos acto seguido su lógica inoperatividad y su incompetencia; el desaguisado. Las tesis que mueven a la periodista en forma de desacuerdo son dos y las dos son para ella la causa de este desaguisado. Por una parte cree que los gestores de los museos deberían ser expertos (en arte, se entiende) y no políticos, y por otra que, en el modelo de financiación mixta (administración + capital privado) no deberían tener peso los responsables políticos de Cultura que forman parte del patronato. Así, para Vozmediano, los magnates que conforman el patronato son un mal menor al lado de lo que suponen los políticos en la necesaria toma de decisiones. Vozmediano quiere, en cualquier caso, más expertos en los patronatos y menos políticos y empresarios. Esto, como digo, ha sido dicho hace unos días, concretamente el 23 del mes pasado. Lo que en definitiva quiere la buena de Elena es que haya más expertos en la toma de decisiones de los centros de arte; lo que quiere es más autonomía en esa toma de decisiones y en la programación de los centros. Admite a los empresarios en la conformación de los patronatos, pero siempre y cuando no estén controlados por responsables políticos.
Mutatis Mutandi. Hace ahora 9 años escribí un libro (que nunca fue publicado) que fue el resultado de una investigación acerca de la figura del experto en el arte. Estos son algunos párrafos del mismo:
[…] Así, y pasado ese primer momento de desconcierto que llega después de un cambio de paradigma, las Consejerías de Cultura fueron afianzándose como puntales desde donde todas las iniciativas partían. Y mientras las Consejerías de Cultura comprobaban lo fácil, barato y rentable que les salía comprar a los artistas más comprometidos (comprometidos con su tiempo), las más importantes galerías privadas se vieron obligadas a buscar nuevos clientes. Con el tiempo, y en un proceso digno de ser estudiado en monográfico, los mejores clientes de las pocas galerías que subsistieron acabaron siendo, precisamente, las Instituciones políticas así como las mejores macroempresas y multinacionales (que tan bien se llevan con los dirigentes políticos).
[…] Se trata, pues, de vender y de vender lo más posible; de ahí que las mejores Galerías de Arte sean aquellas que más venden. Y que tengan los mejores clientes, tanto privados como institucionales. Porque las mejores Galerías de Arte son las que más prestigio y presencia tienen en el mercado internacional, es decir, las que más venden. Las mejores Galerías son las que más venden a los mismos Museos (públicos) y a los coleccionistas privados que compran para sus colecciones privadas, colecciones que se hacen, fundamentalmente, para estar a buenas con la Institución, Institución con la que convendrán interesantes apaños fiscales. Los patronatos de los museos tendrán de esta forma un fuerte e inevitable componente político por cuanto los presupuestos de compra parten del dinero de la Administración, y los coleccionstas privados tendrán un fuerte componente institucional debido al intercambio de favores comentado (desgravaciones, blanqueos, donaciones...). Por otra parte, muchos de los magnates que compran a las mejores galerías de arte forman parte del patronato que debe gestionar la compra de autores que se encuentran en su colección privada. […]
[…] Carece totalmente de sentido pretender que los dirigentes que gestionan el Arte Contemporáneo sean independientes, puesto que el Arte Contemporáneo existe debido, sólo, a quienes lo compran. Porque quienes lo compran son, ni más ni menos, que los dueños del Arte. Así, pensar que el verdadero entendido es el experto que aconseja y no el coleccionista que compra es uno de los insultos más graves que puede recibir quien verdaderamente insufla vida a la penosa existencia del Arte actual; y el coleccionista que compra ama profundamente, como hemos indicado, al político que le permite medrar. Pensar que el futuro del Arte debe estar fuera del alcance de las manos de sus propios dueños es una de las ingenuidades más grandes que puede pensar quien no sabe qué es el Arte. Pensar que los dueños del Arte no tienen derecho a velar por sus intereses cuando han sido ellos los que han respondido a la llamada de los expertos y de los desamparados artistas es una de las ingratitudes más insultantes que pueden recibir los que apoyaron la causa... invirtiendo. Sólo mientras haya compradores habrá Arte Contemporáneo. Y quien dice compradores dice gente que ponga dinero para promover ese Arte. Les guste o no a esos románticos gacetilleros que quieren imponer una determinada forma de gestión cultural sin haberse mojado siquiera los tobillos.
[…] La cuestión de fondo es que todo Museo tiene unas responsabilidades, por lo que es importante la figura del gestor de Museo. De ahí que ante cualquier crisis desatada se acabe cuestionando la figura del gestor. Sobre todo cuando la gestión es llevada a cabo por gente de negocios en vez de por expertos. Como si el Arte no fuera un negocio; como si el Arte no dejara de existir si no fuera, antes que otra cosa, puro negocio; negocio para los artistas, negocio para los galeristas, negocio para los comisarios; negocio para los coleccionistas (ya sean traficantes de armas o de droga, ya sean banqueros, ya sean petroleros, etc.); negocio para las agencias de publicidad, negocio para la Administración; negocio para el Estado.
[…] La pregunta ahora podría ser: ¿cómo puede exigirse independencia en la toma de decisiones cuando la imposibilidad de esa independencia ha sido provocada por parte de quien ahora la exige? O dicho de forma más directa, ¿cómo se le puede pedir al Estado o a Coca-Cola que no intervengan en las decisiones del Museo si ese Museo es lo que es gracias al Estado y a Coca-Cola?
Da capo. Y aún hay quien cree que el arte y los artistas se encuentran en la brecha de un sentir (y un actuar) progresista, cuando en realidad el mundo del Arte se trata del “lugar” donde se encuentra concentrado uno de los índices más altos de conservadurismo.
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