martes, enero 05, 2016

Feminismo degenerado

A. Ayer todos los medios lo anunciaban: 1.126 muertos en accidentes de tráfico. Cifras que se corresponden con el año acabado. 1.126 exactamente, que las cifras son las cifras y con ellas no se juega, y menos aún si hacen referencia a la muerte. Precisión matemática. Contabilidad mortuoria. 1.126 personas muertas en accidentes de tráfico. Muchas de ellas, lo sabemos, por imprudencias de otros que, a lo mejor, han sobrevivido para contarlo. Aunque aún le podríamos dar una vuelta de tuerca a la esa noticia extremadamente precisa: muchas de esos 1.126 muertos, lo sabemos, han sido asesinados por otros conductores que, o iban a velocidad desmesurada, o se salieron en la curva, o adelantaron indebidamente, o conducían ebrios, o estaban mandando un mensaje por el móvil…

La otra noticia del telediario podía ser, en efecto, otra, pero fue la que fue. Y fue dada como tocaba, con alegría y regocijo: “La venta de automóviles en España aumentó el año pasado en un 25 %”. Recuperación, pues, de la economía. La crisis nos va dejando. Júbilo y esperanza.


B. El mismo día 1 de Enero del año naciente aparecía en El País un artículo sobre lo que en él se llamaba violencia machista. El lógico repaso a las cifras. Decía que las muertes debidas a esa violencia machista se habían contabilizado en 55. Y añadía “Una cifra similar a la de los años 2013 y 2014”.

¡¿Similar?! ¿Qué es eso de “similar”? ¿Dónde está ahora la cifra exacta? ¿Acaso es lo mismo 55 que 57 o 58? ¿Acaso esas dos o tres mujeres no eran personas? ¿Cómo puede despacharse con el término similar un problema que genera un espectacular despliegue mediático por cada caso concreto que acaece (en todos los medios)? ¿Por qué ahora “similar”? ¿Qué puede significar ese extraño uso de las estadísticas?

No hay duda alguna: nadie realmente quiere solucionar el problema, como vengo argumentando en este blog desde 2006. Y cuando digo nadie digo nadie de aquellos que públicamente dicen querer resolverlo (políticos, periodistas, medios en general, universidades, editoriales, institutos de la mujer, concejalías…). Es también cierto que nadie quiere más muertes, desde luego, pero si hay algo que ha quedado claro a lo largo de tantos años es que los remedios inventados por la Corrección Política no han sido eficaces. Ni lo serán. Criminalizar al varón es la peor de las formas que existen si verdaderamente se quiere atajar el problema.

Así, esta imprecisión matemática, este jugueteo con las cifras, como traición del inconsciente, como forma encubierta de sostener esa guerra de sexos tan rentable a tantos. 

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