martes, mayo 21, 2019

La estupidez del arte


La estupidez del arte

1.Había una cierta dignidad en aquellos artistas antiguos que fueron despazados por los modernos allá por el siglo XVIII. Pero los modernos llegaron con su espíritu libertario y rompieron sus lazos con el tirano y restrictivo Poder, ese que les imponía los asuntos que debían pintar y además con la adecuada forma de representarlos. Así, llegó el siglo XIX y los artistas se liberaron definitivamente de los despóticos Reyes y de los malditos Arzobispos. Y aceptaron las consecuencias, quedar expuestos y estar sujetos a una demanda mucho más inestable y abstracta: el mercado. Como todos ustedes saben Van Gogh sería un perfecto representante del artista moderno; la libertad de poder hacer lo que le viniera en gana fue el precio que tuvo que pagar para no comerse un rosca. Había una cierta dignidad en aquellos artistas modernos que desplazaron a los antiguos aún cuando esto les supusiera comer raspas de sardina (en nombre de la libertad, claro).

2.Ahora los artistas son otra cosa, carecen de dignidad. Y sus prescriptores también, pero vayamos primero con los artistas. Criados en su propia autosuficiencia -la que deviene de ser más resolutivos y acomodaticios que sus mayores- los artistas del hoy nadan sin guardar la ropa y por eso están permanentemente humedecidos. Se valen de la tecnologización globalizadora para ser hippies con sus perfiles y sus followers, pero sueñan con que un matrimonio maduro les pague las cervezas y las nikes; son relativistas de libro pero necesitan tranquilizantes cuando alguien no entiende sus pesadillas. Dicen rechazar el mercado por sus vinculaciones a la economía liberal, pero en realidad todos son unas doñas ineses que se mueren por el abrazo de un cínico protector; les gusta ir de escépticos pero cuando la Consejería de Cultura de turno les llaman para cubrir un espacio con su contenido político/social, estos entran en trance místico. Se dicen comprometidos pero en realidad les gusta levitar.

3.Noticia (10 de mayo): “La artista vasca Itziar Okariz, que representa a España en la Bienal de Venecia, “mea en diferentes espacios públicos del mundo”; en un proyecto comisariado por el periodista también vasco Pelo Aguirre que se presenta como una iniciativa que “perfora y vacía” el espacio físico, a través del sonido, imagen escultura y arquitectura. Aguirre ha explicado que “es un pabellón en el que el cuerpo aparece representado y esta idea de perforación asociada al cuerpo me parece una metáfora importante y potente en esta edición”.

La verdad es que no sé quién es más tonto, si la artista (que se cree libre) o el prescriptor (que se cree poeta). Lo de menos es la acción de mear, que sin duda es tan inocua e inofensiva como cualquier otra mientras se haga en el nombre del arte*. Tampoco resulta relevante el hecho de si es o no arte la acción mientras la institución sea la que como tal lo señale. Como siempre**. No, lo que verdaderamente resulta hilarante es que se tomen en serio su supuesta influencia sobre la sociedad; lo que resulta desternillante es que crean estar cuestionando las convenciones sociales; que crean estar luchando contra el conservadurismo mientras son subvencionados por la misma Institución político/artística; que se crean provocadores defendiendo además su mismo discurso; y que se crean libres en su perfecta pose genuflexa. Ahora los artistas son, como decía, otra cosa, carecen de dignidad. No tienen mercado (porque el mercado no los quiere y ellos dicen odiarlo) y además son los lacayos de un Poder que sólo les ofrece unas migajas de basura, las que sirven para comprarlos. El que se mea soy yo.

4.El problema de los tontos es que nunca paran de trabajar, que nunca descansan. Noticia (17 de mayo): titular, “A golpes contra el patriarcado”; subtitular, “Cristina Lucas y Eulalia Valldosera critican en el Carme la tradición artística dominada por el hombre” Y en las fotos que ilustran el artículo vemos a Cristina Lucas destrozando con una maza una réplica del Moisés de Miguel Ángel. Todo muy original e imprevisible como puede verse. Pero por si alguien no se había dado cuenta de la originalidad del concepto y del riesgo que comporta el discurso respecto a la Institución llega su prescriptor, el director del Museo y dice que “se trata de una apuesta por visibilizar la falta de mujeres en colecciones públicas” y alaba esta exposición por situarse en contra “del relato oficial” en el arte, donde “la mujer queda relegada a un segundo plano”. Respecto a lo de estar en contra “del relato oficial” insto a los no perezosos a investigar en las hemerotecas (físicas y digitales, para que contabilicen y analicen los impactos mediáticos, así como la cantidad de eventos “En Femenino”). Respecto a la segunda les aconsejo que lean este post: https://albertoadsuara.blogspot.com/search?q=arte+mujeres (El texto del post es un exabrupto sin gracia estilística pero deja claras las cosas)

5.Había una cierta dignidad en aquellos artistas antiguos que fueron desplazados por los modernos allá por el siglo XVIII. Y también la había en aquellos artistas modernos que pagaron un alto precio por aceptar la libertad de no tener amos. Ya digo, los artistas del hoy, unas doñas ineses en búsqueda de un Don Juan adulador pero canalla.


*Así que los que siempre centran el problema en la tesitura de si es o no arte una bravuconada mejor que se callen, porque su ignorancia es tan grande como la de quienes se llevan las manos a la cabeza porque no entienden nada. La cuestión nunca ha sido dilucidar si es o no arte un “montón de ladrillos” o una “lata de mierda” mientras hayan sido señalados por la Institución; la cuestión es saber cuánto han aportado -humanísticamente- a la Humanidad aún con toda su carga teórica.
**Lo que resulta verdaderamente provocador, transgresor e intranquilizador es ver a todas esas niñas que mean en público en plena calle, durante la farra y sin vergüenza alguna. A ver si os enteráis, pardillos, todo lo hecho en nombre del arte queda desactivado por el mismo hecho de hacerse en nombre de la institución. De hecho, nada hecho en el nombre del arte puede ser eficaz, -en tanto que transgresión comprometida-, porque no puede ser otra cosa que espectáculo manierista y patético.

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