La estupidez del arte
1.Había una cierta dignidad en
aquellos artistas antiguos que fueron despazados por los modernos
allá por el siglo XVIII. Pero los modernos llegaron con su espíritu
libertario y rompieron sus lazos con el tirano y restrictivo Poder,
ese que les imponía los asuntos que debían pintar y además con la
adecuada forma de representarlos. Así, llegó el siglo XIX y los
artistas se liberaron definitivamente de los despóticos Reyes y de
los malditos Arzobispos. Y aceptaron las consecuencias, quedar
expuestos y estar sujetos a una demanda mucho más inestable y
abstracta: el mercado. Como todos ustedes saben Van Gogh sería un
perfecto representante del artista moderno; la libertad de poder
hacer lo que le viniera en gana fue el precio que tuvo que pagar para
no comerse un rosca. Había una cierta dignidad en aquellos artistas
modernos que desplazaron a los antiguos aún cuando esto les supusiera
comer raspas de sardina (en nombre de la libertad, claro).
2.Ahora los artistas son otra cosa,
carecen de dignidad. Y sus prescriptores también, pero vayamos
primero con los artistas. Criados en su propia autosuficiencia -la
que deviene de ser más resolutivos y acomodaticios que sus mayores-
los artistas del hoy nadan sin guardar la ropa y por eso están
permanentemente humedecidos. Se valen de la tecnologización globalizadora para ser
hippies con sus perfiles y sus followers, pero sueñan con que un
matrimonio maduro les pague las cervezas y las nikes; son
relativistas de libro pero necesitan tranquilizantes cuando alguien
no entiende sus pesadillas. Dicen rechazar el mercado por sus
vinculaciones a la economía liberal, pero en realidad todos son unas
doñas ineses que se mueren por el abrazo de un cínico protector;
les gusta ir de escépticos pero cuando la Consejería de Cultura de
turno les llaman para cubrir un espacio con su contenido
político/social, estos entran en trance místico. Se dicen
comprometidos pero en realidad les gusta levitar.
3.Noticia (10 de mayo): “La artista
vasca Itziar Okariz, que representa a España en la Bienal de
Venecia, “mea en diferentes espacios públicos del mundo”; en un
proyecto comisariado por el periodista también vasco Pelo Aguirre
que se presenta como una iniciativa que “perfora y vacía” el
espacio físico, a través del sonido, imagen escultura y
arquitectura. Aguirre ha explicado que “es un pabellón en el que
el cuerpo aparece representado y esta idea de perforación asociada
al cuerpo me parece una metáfora importante y potente en esta
edición”.
La verdad es que no sé quién es más
tonto, si la artista (que se cree libre) o el prescriptor (que se
cree poeta). Lo de menos es la acción de mear, que sin duda es tan
inocua e inofensiva como cualquier otra mientras se haga en el nombre
del arte*. Tampoco resulta relevante el hecho de si es o no arte la
acción mientras la institución sea la que como tal lo señale. Como
siempre**. No, lo que verdaderamente resulta hilarante es que se
tomen en serio su supuesta influencia sobre la sociedad; lo que
resulta desternillante es que crean estar cuestionando las
convenciones sociales; que crean estar luchando contra el
conservadurismo mientras son subvencionados por la misma Institución
político/artística; que se crean provocadores defendiendo además
su mismo discurso; y que se crean libres en su perfecta pose
genuflexa. Ahora los artistas son, como decía, otra cosa, carecen de
dignidad. No tienen mercado (porque el mercado no los quiere y ellos
dicen odiarlo) y además son los lacayos de un Poder que sólo les
ofrece unas migajas de basura, las que sirven para comprarlos. El que
se mea soy yo.
4.El problema de los tontos es que
nunca paran de trabajar, que nunca descansan. Noticia (17 de mayo):
titular, “A golpes contra el patriarcado”; subtitular, “Cristina
Lucas y Eulalia Valldosera critican en el Carme la tradición
artística dominada por el hombre” Y en las fotos que ilustran el
artículo vemos a Cristina Lucas destrozando con una maza una réplica
del Moisés de Miguel Ángel. Todo muy original e imprevisible como
puede verse. Pero por si alguien no se había dado cuenta de la
originalidad del concepto y del riesgo que comporta el discurso
respecto a la Institución llega su prescriptor, el director del
Museo y dice que “se trata de una apuesta por visibilizar la falta
de mujeres en colecciones públicas” y alaba esta exposición por
situarse en contra “del relato oficial” en el arte, donde “la
mujer queda relegada a un segundo plano”. Respecto a lo de estar en
contra “del relato oficial” insto a los no perezosos a investigar
en las hemerotecas (físicas y digitales, para que contabilicen y
analicen los impactos mediáticos, así como la cantidad de eventos
“En Femenino”). Respecto a la segunda les aconsejo que lean este
post: https://albertoadsuara.blogspot.com/search?q=arte+mujeres
(El texto del post es un exabrupto sin gracia estilística pero
deja claras las cosas)
5.Había una cierta dignidad en
aquellos artistas antiguos que fueron desplazados por los modernos
allá por el siglo XVIII. Y también la había en aquellos artistas
modernos que pagaron un alto precio por aceptar la libertad de no
tener amos. Ya digo, los artistas del hoy, unas doñas ineses en
búsqueda de un Don Juan adulador pero canalla.
*Así que los que siempre centran el
problema en la tesitura de si es o no arte una bravuconada mejor que
se callen, porque su ignorancia es tan grande como la de quienes se
llevan las manos a la cabeza porque no entienden nada. La cuestión
nunca ha sido dilucidar si es o no arte un “montón de ladrillos”
o una “lata de mierda” mientras hayan sido señalados por la
Institución; la cuestión es saber cuánto han aportado
-humanísticamente- a la Humanidad aún con toda su carga teórica.
**Lo que resulta verdaderamente
provocador, transgresor e intranquilizador es ver a todas esas niñas
que mean en público en plena calle, durante la farra y sin vergüenza
alguna. A ver si os enteráis, pardillos, todo lo hecho en nombre del
arte queda desactivado por el mismo hecho de hacerse en nombre de la
institución. De hecho, nada hecho en el nombre del arte puede ser
eficaz, -en tanto que transgresión comprometida-, porque no puede
ser otra cosa que espectáculo manierista y patético.
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