Afrodisíaco. Sustancia que consumida en dosis importantes puede causar la muerte real del que sólo pretendía una pequeña y aparente (véanse orgasmo y anafrodisíaco). (No olvidar que la mayoría de los afrodisíacos químicos están compuestos de pequeñas dosis de estricnina).
Anafrodisíaco. Sustancia que se utiliza (sirve) para disminuir en la medida de sus posibilidades la excitación sexual, y por tanto el deseo de la misma. Debido precisamente a esta facultad, se trata de una sustancia cuyo uso en aplicación masiva se encuentra más ligado a la estrategia y a la táctica que al tratamiento de alguna patología o de algún postoperatorio. Motivo por el cual ha sido apreciada siempre en cualquiera de sus variantes por algún que otro generalísimo.
Anafrodisíaco. Sustancia que se utiliza (sirve) para disminuir en la medida de sus posibilidades la excitación sexual, y por tanto el deseo de la misma. Debido precisamente a esta facultad, se trata de una sustancia cuyo uso en aplicación masiva se encuentra más ligado a la estrategia y a la táctica que al tratamiento de alguna patología o de algún postoperatorio. Motivo por el cual ha sido apreciada siempre en cualquiera de sus variantes por algún que otro generalísimo.
La ingestión de NADA podría considerarse el anafrodisíaco por excelencia (véase anorexia).
Anorexia. Enfermedad posmoderna creada desde las más importantes agencias de publicidad con el consentimiento tácito de las sociedades más civilizadas, desarrolladas y democráticas de todas las posibles. Afecta fundamentalmente a las mujeres y consiste en dejar de comer con el fin de alcanzar la máxima belleza pensable... ¿La cósmica?
Comunicación no verbal. Como su propio nombre indica, lo que no se expresa a través del verbo. En el sexo hay un importante componente de comunicación no verbal que se desarrolla explícitamente en la propia actividad sexual. Es más, es sólo en el sexo donde puede afirmarse sin temor a los equívocos que el “verbo se hace carne”. O más aún, todo lo que es comunicación verbal en el sexo no es más que pecata minuta al lado de la comunicación no verbal. De hecho y como ya hemos visto, el exceso está considerado como una “patología” con independencia del contenido del discurso (véase Coitolalia). También puede entenderse como comunicación no verbal y sexual todo el cúmulo de prolegómenos y acercamientos que, de forma más o menos ritual, tienen cabida entre dos personas que aún no se conocen. Comunicación ésta que se da masivamente ante la alevosía que, al parecer, suele procurar la nocturnidad (véase comida).
De todas formas, un dato respecto a la comunicación (verbal y no) y la coitolalia: Para un estudio que se hizo público en 1.987 Shere Hite preguntó a un grupo de mujeres, en su mayoría lectoras de revistas femeninas y componentes de algún colectivo feminista, cuál era la mayor contrariedad que experimentaban en las relaciones sexuales. La conclusión fue que casi todas las mujeres consideraban que su principal problema era la falta de comunicación verbal. Casi ninguna se quejaba de no disfrutar lo suficiente con el sexo y si lo hacía era dándole una prioridad menor en la lista de preocupaciones. Esa misma encuesta se le hizo a los hombres y la conclusión fue que la máxima contrariedad generalizada y manifestada provenía de la poca frecuencia con la que se podían comunicar no verbalmente con sus mujeres.
Coitolalia. Incontinencia verbal durante el coito en la que el contenido y la sintáxis del discurso pasan, lógicamente, a un discreto segundo plano.
Comida (Cena). Independientemente de la relación que mantienen ciertos alimentos con el sexo (véanse Afrodisíacos y Anafrodisíacos), la comida cumple una función fundamental en el proceso que llevan dos personas para intentar hacer, más tarde o más temprano, uso de sus genitales de forma simultánea y más o menos concertada. Fase, pues, de un proceso inscrito en el mecanismo de la seducción.
Seducción. Proceso de cuestionable dificultad que pretende fines sexuales. Puede entenderse de variadas maneras en función de la forma de entender los fines: mientras que para algunos puede ser el proceso que ha sido necesario hasta la consecución de un beso, para otros, quizá más obcecados y en todo caso más primitivos, podrá ser el proceso que ha sido necesario para la consecución de un coito (véase). En cualquier caso no es más que un conjunto de artimañas o de martingalas más o menos sofisticadas que se sistematizan en función de los resultados particulares de cada uno. Como en todo, existen grados de excelencia en el arte de la seducción tanto en hombres como en mujeres (véase Don Juan).
Como todo proceso, conlleva unas más o menos predeterminadas fases que se reparten en el tiempo con un orden y una velocidad que varían en función de cada caso concreto, algo que, aunque lógico, pasa generalmente desapercibido en los análisis cotidianos y populares. Conviene recordarlo porque siguen siendo frecuentes los casos de malos entendidos (fracasos) provocados por haber supuesto de forma ciega que sólo hay una realidad: la interpersonal. Es decir, por haber pasado por alto que cada persona tiene una realidad interpersonal conformada por su propio “orden”. El buen seductor es por tanto el que sabe ajustarse a un “orden” que no es el suyo, el que sabe que “orden” puede serlo también aquello que aparentemente está desordenado (para él, se entiende). (véase Secreto)
Secreto. Aquello que se le oculta al amante o aquello que se comparte sólo con él. Desvelar un secreto conforma siempre un acto siniestro (véase) porque siniestro es todo aquello que debiendo permanecer oculto ha sido desvelado; o sea, porque el “estado natural” del secreto es aquel en el que permanece oculto. No confundir con misterio. Secreto sería el vestido azul que Mónica (“Clinton”) guardó celosamente hasta que desveló su existencia y lo fue precisamente hasta que lo desveló; misterio sería el cómo llegó el semen a un sitio tan inapropiado. Un secreto sería la causa real por la que Casanova conseguía seducir a tantas mujeres y un misterio el cómo todas esas mujeres eran incapaces de rechazarlo.
Don Juan. Libertino, vividor y mujeriego por antonomasia de la literatura clásica española. También y por derivación, todo aquel que emula o se parece al conspicuo personaje -donjuan-. No tanto el originario como su emulador, el donjuan es un personaje no demasiado “bien visto” por la opinión pública debido a sus “cualidades” inherentes; sabido es que el donjuan debe ser egoísta, megalómano, bravucón y pendenciero, entre otras cualidades posibles todas ellas del similar calibre. Aunque después, curiosa y paradójicamente, es el personaje que ostenta un mayor número de experiencias sexuales de las que, además, se podrá vanagloriar -porque ésta es otra de las características que define a todo donjuan-. El donjuan, pues, para serlo, debe estar mal visto por la opinión que es pública, pero no tanto por la que es privada. De hecho, es gracias a esta pequeña contradicción por la que existe el personaje y su existencia la promueven todo el cúmulo de actitudes siniestras que conforman las mujeres que hacen posible dicha existencia. Actitudes que son siniestras precisamente porque a pesar de todo son el producto de algo que sigue siendo impronunciable. La diferencia entre el personaje literario y el que de él se deriva es que el primero queda definido tanto por sus actos como por lo que el propio personaje piensa de ellos al final de su vida, mientras que del segundo sólo conocemos la parte que lo define parcialmente, esa parte que tendrá que ser considerada vulgar para todos pero que, misteriosamente, después atraerá a tantas. (véase Morbo).
Morbo. Estado en el que el emocional queda alterado por la intromisión de algo que debiendo permanecer oculto, ha sido desvelado. Por tanto, aquello que nos lo produce es lo que inevitablemente nos inclina a nuestro lado más oscuro, más siniestro. De ahí que digamos “inclina”: para conferir al término la connotación de desviación. Como en todo hay diversos grados de morbosidad y los reconoceremos en función de su pronunciabilidad. O mejor: de su impronunciabilidad (véase siniestro).
Siniestro (lo). En sexualidad, todo aquello que hace que las estadísticas (véase) sean tan increíbles como previsibles y aburridas. Y no por ello menos falsas.
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