Uno de los problemas del Arte Moderno es la distancia que separa a los expertos de los meros ¿contempladores aficionados? No siempre sin razón el ¿contemplador aficionado? dice textualmente, “yo no sé si eso es bueno o malo, pero a mí no me gusta”, y casi siempre lo dice al respecto de las mismas obras de arte, aquellas que dice no entender. Curiosamente la frase exculpatoria no surge ante lo que le parece feo, sino ante lo que a su entender no entiende. La frase, desde luego, define con perfección meridiana la ideología del ¿contemplador aficionado? y la perfección la confiere la preposición, una preposición que lleva explícita una afirmación categórica.
En cualquier caso la frase es de lo más compleja y un análisis somero de la misma nos llevaría al eterno callejón sin salida al que hace siglos nos llevaron algunos filósofos bienintencionados. Sólo con el “yo no sé si es bueno o malo” tendríamos para divagar hasta la saciedad. El inevitable maniqueísmo de quien no sabe si insultar o insultarse tiene su lógica, pues sabe que desconfiar de la Institución que asigna el Valor del Arte le conduciría irremediablemente a considerarse un zoquete insensible. Así el ¿contemplador aficionado?: “yo no sé”. Y aquí acudiría el experto a decir respecto a la Obra de Arte que causa tal diferencia, “yo sí sé, eso es bueno, pero sería complicado explicar los motivos”.
Lleva razón el experto en lo de que es complicado. Y puede que lleve también razón en lo de que es bueno, pero es precisamente la complicación del asunto argumentativo lo que hace del ¿contemplador aficionado? un ser mucho más coherente que el experto. Sobre todo debido al uso de la preposición: uno se queda, a partir de ella, con lo que le gusta y el otro con lo que adquiere su valor de forma complicada y casi inexplicable. Así, la incoherencia del experto viene asignada por el “yo sí sé”.
En cualquier caso la frase es de lo más compleja y un análisis somero de la misma nos llevaría al eterno callejón sin salida al que hace siglos nos llevaron algunos filósofos bienintencionados. Sólo con el “yo no sé si es bueno o malo” tendríamos para divagar hasta la saciedad. El inevitable maniqueísmo de quien no sabe si insultar o insultarse tiene su lógica, pues sabe que desconfiar de la Institución que asigna el Valor del Arte le conduciría irremediablemente a considerarse un zoquete insensible. Así el ¿contemplador aficionado?: “yo no sé”. Y aquí acudiría el experto a decir respecto a la Obra de Arte que causa tal diferencia, “yo sí sé, eso es bueno, pero sería complicado explicar los motivos”.
Lleva razón el experto en lo de que es complicado. Y puede que lleve también razón en lo de que es bueno, pero es precisamente la complicación del asunto argumentativo lo que hace del ¿contemplador aficionado? un ser mucho más coherente que el experto. Sobre todo debido al uso de la preposición: uno se queda, a partir de ella, con lo que le gusta y el otro con lo que adquiere su valor de forma complicada y casi inexplicable. Así, la incoherencia del experto viene asignada por el “yo sí sé”.
Yo, cada vez que contemplo alguno de los cuadros de la histórica Escuela de Chicago (pongamos un Morris Louis) me veo como un contemplador aficionado. ¡Eso sí!: cada vez que veo Mooholand Drive de Lynch y no la entiendo, disfruto sobremanera. Y que nadie fundamente su creación en la experimentación porque me cambio de acera.
1 comentario:
Animo con las imágenes. No es muy complicado subirlas y en un blog sobre arte ilustrarían a un lector no suficientemente informado, (como yo). Por ejemplo, en el de hoy, una imagen de Morris Louise.
Publicar un comentario