lunes, diciembre 25, 2006

Adolescencia (Memoria Antipática)

Dice el titular: “Un joven con orden de alejamiento mata a su compañera en Barcelona”. Y la noticia ocupa toda la página. En la falda de la misma reza un segundo titular: “El Gobierno destina otros 48 millones para la violencia contra la mujer”.
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Hará unas tres semanas fui a visitar unos familiares que veo de pascuas a ramos. Los niños (¿) ya no lo parecían. Los dos sobrinos, más altos que yo. Uno de ellos, el mayor, supongo que para ahorrarse tiempo en explicaciones, me estrechó la mano. Y yo, claro, comprendí, comprendí lo quiso decirme nada más estrecharme la mano: me la dejó tan tonta que durante la cena se me hizo difícil usar el cuchillo con propiedad. Así, ahora él, un hombretón de 15 años, y yo, a su lado, un pardillo con la mano dolorida. Y no es broma.
Este sobrino es el perfecto prototipo de machito precoz: es alto, fuerte, arrogante, chulito, pendenciero, duro, deportista, etc. ¿Consecuencia?: pues que tiene a todas las chicas de la pandi loquitas por su huesos.
Cuando tengo un momento hablo con ellos en privado. Saben que mi curiosidad no es malsana y yo sé que me dirán lo que con sus padres no quieren hablar. Y en efecto: el mayor, no sólo triunfa con todas las chicas sino que además es el único de la pandi que ha “consumado”.
No han cambiado las cosas en este sentido desde que yo era adolescente. A las chicas les sigue gustando mayoritariamente los hombres, cómo diría, varoniles, por decir algo. Y a las pruebas me remito y remitiré hasta la saciedad. Al igual que es él, el bravucón de mi sobrino, el único de la pandi que ha consumado, son todos los bravucones del mundo los que indiscutiblemente más consuman. Que por eso son bravucones entre otras cosas (véanse los términos Seducción y Don Juan en el post Diccionario y Sexo III). Tampoco podemos olvidar que lo que sucede en la pandilla de mis sobrinos sucede en todas las pandillas de adolescentes. Y aunque las cosas no sean sólo así, son así siempre.
En la adolescencia, este tipo de “personaje”, el del tipo duro que precisamente por ser lo que es consigue lo que más ansían todos sus compañeros (menos valientes, menos atrevidos, etc.), lógicamente genera un problema insuficientemente valorado y analizado. A saber: el de que todo el resto de adolescentes (no bravucones) comienzan sus vivencias sociales con un alto componente de frustración. Una frustración que puede llevar a la inmensa amargura a unos seres cuyo esplendor sexual se encuentra sólo en la adolescencia. Pero éste sería otro tema.
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Gran titular de noticia publicada a toda página: “Un joven con orden de alejamiento mata a su compañera en Barcelona”. Después leemos que “la pareja seguía viviendo junta pese a que el agresor había sido detenido en dos ocasiones por malos tratos a la mujer”. En la primera ocasión el juez dictaminó que el agresor no podía acercarse a menos de 500 metros ni tener comunicación alguna con ella. La segunda denuncia, efectuada ¡cinco días después!, el juez dictaminó una nueva orden que impediría al agresor acercarse a menos de 1.000 metros de su novia durante ¡dos años!
“Sin embargo –continúa el artículo-, esas órdenes no se cumplieron, según la policía por voluntad de ambos, que seguían compartiendo un piso en...”. Además apunta: “Al presunto homicida le consta otro antecedente, ya que fue detenido el año 1999 por dos delitos de amenazas y lesiones a otras personas. Se desconoce si se trató de mujeres o no”.
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Me acuerdo de Uno de los nuestros de Escorsese y concretamente de una secuencia.
La chica de la peli (de un rango social aburguesadito), después de haber conocido al chico duro (de rango social sospechoso), sufre unos pequeños inconvenientes con algunos chicotes de su mismo rango social, unos de esos inconvenientes que, por ser tan previsibles como habituales, podrían solucionarse de manera más o menos sencilla. Por decirlo de otra manera: quien provoca el inconveniente es, sólo, un pijo aburrido; un pijo que eso sí, parece ser el lider de su pandilla, el chulito de su grupo social. También puede deducirse de la secuencia que a algún tipo de flirteo consentido por ambos hubo en el pasado entre el pijo y ella.
Ante el incidente provocado por el pijo ella llama llorando al chico que acaba de conocer, un tipo duro. Sin duda le está exigiendo una prueba de amor; una prueba que a ella le pueda servir para saber, con seguridad, si ese hombre es el apropiado para ser el padre de sus hijos. La respuesta no se hace esperar. El chico le pega una soberana paliza al pijo, que ni siquiera da muestras de defenderse ante la brutal agresión (lo que demuestra la desproporción de unos lloriqueos sin verdadero fundamento). Le acaba rematando la cara con la culata de una pistola, acto seguido le da la pistola llena de sangre a la chica para que la guarde y desaparece sin más.
Enfocándola en primer plano la chica hace su declaración a través de un discurso narrado en pasado y en off. Y viene a decir algo así como que en contra de lo que dictan la lógica y las buenas maneras el hecho de que le diera a guardar la pistola le había puesto tan cachonda que fue entonces cuando descubrió que ése era el hombre perfecto para crear una familia. Lo que acontece después lo sabe todo el que ha visto la película; que la violencia no sólo no cesa sino que crece, que la violencia se hace extensible a la propia mujer...
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Gran titular de noticia publicada a toda página: “Un joven con orden de alejamiento mata a su compañera en Barcelona”. Después leemos que “la pareja seguía viviendo junta pese a que el agresor había sido detenido en dos ocasiones por malos tratos a la mujer”. Preguntado un vecino por los acontecimientos declara: “se llevaban muy bien y no había habido ningún incidente” Y el dueño del bar que solía frecuentar la pareja dijo que “veía a la pareja muy enamorada”.
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Para mí hay algo triste en decir todas estas cosas: el saber que sólo serán leídas por quienes, con mucha probabilidad, poco o nada tienen que ver con lo que consideraría una mayoría aplastante, la mayoría sobre la que opino. Ya se sabe: la gente apenas lee, a no ser alguna novelita o algún manual de autoayuda. Lo dicen constantemente las encuestas y la estadísticas. Por no leer no leen ni los que viven de escribir. De hecho, reparen si no en el titular ya enunciado que se encontraba en el faldón de la página: “El Gobierno destina otros 48 millones para la violencia contra la mujer”. Cada sociedad tiene lo que se merece y la nuestra paga, al parecer y gracias a su Gobierno, mucho dinero para mantener los beneficios que produce la Cultura de la Queja y la Corrección Política.
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