Sólo tres de mis alumnos sacaron papel y boli cuando anuncié que iba a pasarles una bibliografía muy recomendable para el curso. Ante la verbalización de mi perplejidad, y con la tranquilidad que confería la seguridad en sí mismo, uno de ellos se dirigió, no tanto a mí como a sus aplicados compañeros, diciendo: “pero si todo eso está en internet”.
De la pequeña anécdota se deducen dos cosas, dos cosas que para los alumnos se transforman en ley: la primera es que para ellos efectivamente todo lo que puedan querer saber se encuentra en la red, y la segunda que, por eso mismo, no hace falta tomarse molestias, ni grandes ni pequeñas. Las molestias que suponen, por ejemplo, sacar un papel y un boli y escribir los títulos y los nombres de los autores (como demostraron cuantos me escucharon sin mover ni una ceja). Dejemos para otro día la primera ley y centrémonos en la segunda, que trata del modo de aprendizaje.
Sus actitudes responden a sus propias premisas, ya que si todo está en las autopistas de la información, el hecho de comenzar a buscar algo concreto puede parecer dirigista, excluyente, sectario y empobrecedor, y por ello podría viciar el verdadero acceso al conocimiento. Como les han enseñado desde la más sutil corrección política tan presente en toda la educación primaria. Así su metodología sería otra, y por eso casi todos escucharon la bibliografía como quien escucha una canción de Bisbal, balanceándose inquietos en sus sillas y dejándose llevar por la música y no por la letra. Una metodología más democrática: primero pinchan en google palabras claves (las más básicas) y después se navega por ellas sin un rumbo predeterminado y previsible. Lo leen todo en pantalla, no toman notas y si tienen que imprimirse algo pues lo hacen, aunque sea con todo el dolor del corazón y aunque nunca lo lean, después, más de media vez. ¿Qué por que? Pues por eso, primero porque están convencidos de que navegar por internet y picotear información es una auténtica forma de conocimiento y segundo y fundamental porque resulta más divertido.
Si hay algo que no le resulta nada divertido a la muchachada actual es la metodología del ensayo/error, y de ahí que sus investigaciones académicas (por llamarlas de alguna forma) se parezcan tanto a las páginas amarillas o la lista de la compra de un geriátrico. Si comparáramos el sistema de aprendizaje digital con el analógico podríamos decir que aquello que para los chicos de hoy es el acceso al Conocimiento era para los chicos del antes una forma de empezar, una simple primera fase. Estudiar a través de links es el verdadero sustitutivo del estudiar a través de los libros. Los libros les pesan, les huelen, les cuestan, les ocupan y les hacen perder el tiempo, y lo que quieren ellos es divertirse para matar el aburrimiento que llevan a flor de piel. El aburrimiento que les adviene cuando se intuyen NADA.
Nota. Esto se encuentra misteriosamente unido a un alza de publicaciones de libros (más de 70.000 el año pasado) y a una blockbusterización de la prensa (con muchas más páginas basura que en la vida y con suplementos que parecen TBOs).
De la pequeña anécdota se deducen dos cosas, dos cosas que para los alumnos se transforman en ley: la primera es que para ellos efectivamente todo lo que puedan querer saber se encuentra en la red, y la segunda que, por eso mismo, no hace falta tomarse molestias, ni grandes ni pequeñas. Las molestias que suponen, por ejemplo, sacar un papel y un boli y escribir los títulos y los nombres de los autores (como demostraron cuantos me escucharon sin mover ni una ceja). Dejemos para otro día la primera ley y centrémonos en la segunda, que trata del modo de aprendizaje.
Sus actitudes responden a sus propias premisas, ya que si todo está en las autopistas de la información, el hecho de comenzar a buscar algo concreto puede parecer dirigista, excluyente, sectario y empobrecedor, y por ello podría viciar el verdadero acceso al conocimiento. Como les han enseñado desde la más sutil corrección política tan presente en toda la educación primaria. Así su metodología sería otra, y por eso casi todos escucharon la bibliografía como quien escucha una canción de Bisbal, balanceándose inquietos en sus sillas y dejándose llevar por la música y no por la letra. Una metodología más democrática: primero pinchan en google palabras claves (las más básicas) y después se navega por ellas sin un rumbo predeterminado y previsible. Lo leen todo en pantalla, no toman notas y si tienen que imprimirse algo pues lo hacen, aunque sea con todo el dolor del corazón y aunque nunca lo lean, después, más de media vez. ¿Qué por que? Pues por eso, primero porque están convencidos de que navegar por internet y picotear información es una auténtica forma de conocimiento y segundo y fundamental porque resulta más divertido.
Si hay algo que no le resulta nada divertido a la muchachada actual es la metodología del ensayo/error, y de ahí que sus investigaciones académicas (por llamarlas de alguna forma) se parezcan tanto a las páginas amarillas o la lista de la compra de un geriátrico. Si comparáramos el sistema de aprendizaje digital con el analógico podríamos decir que aquello que para los chicos de hoy es el acceso al Conocimiento era para los chicos del antes una forma de empezar, una simple primera fase. Estudiar a través de links es el verdadero sustitutivo del estudiar a través de los libros. Los libros les pesan, les huelen, les cuestan, les ocupan y les hacen perder el tiempo, y lo que quieren ellos es divertirse para matar el aburrimiento que llevan a flor de piel. El aburrimiento que les adviene cuando se intuyen NADA.
Nota. Esto se encuentra misteriosamente unido a un alza de publicaciones de libros (más de 70.000 el año pasado) y a una blockbusterización de la prensa (con muchas más páginas basura que en la vida y con suplementos que parecen TBOs).
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