Llevo años escuchando a la intelectualidad imperante que las cosas no son tan sencillas como pretende toda concepción dicotómica. Siempre lo dicen para preservar la bienintencionada libertad de expresión, esa libertad que no pueden ejercer quienes defienden una ética basada por principios antagónicos y eternos que luchan entre sí. Si hay algo mal visto por la rampante corrección política es cualquier concepción dualista. Y a los dirigentes políticos les ha venido de maravilla esa posición intelectual que desde hace muchos años lleva defendiendo la infinita posible gama tonal de grises frente a la tiranía del blanco y el negro. ¡Qué monos son los intelectuales del hoy!: seres ebrios de buena voluntad que desprecian la intolerancia y que viven permanentemente preocupados por su “bello” discurso público. ¿Pero quiénes son los intelectuales del hoy (de los últimos 20 años)?, se preguntará más de uno: pues los jefes de departamento de todas las universidades del hoy. Y quien dice los jefes de departamento dice los becarios que les hacen las fotocopias. Y quien dice los becarios dice los catedráticos que intercambian muestras de cariño con otros catedráticos.
La cuestión es pare ellos rechazar todo rasgo de pensamiento que comience por establecer una concepción dicotómica del elemento de análisis. Y de ahí que el victimismo ordenado desde la Cultura de la Queja se haya impuesto, como forma de poder, de igual forma en cuestiones sexuales que en cuestiones políticas. Todo se resuelve acudiendo a principios relativizadores, negando por lo tanto el papel esencial que supone el proceso dialéctico. Los intelectuales del hoy tiemblan ante la verdadera opinión: la opinión no contemporarizadora, la opinión que no se corresponde con el Pensamiento Débil, la opinión que se expresa de forma atávica, la opinión expresada desde la inoportunidad, la opinión sin débito, la opinión libre. Por eso llevan tantos años diciendo que las cosas no son blancas o negras, sino que albergan todas las posibilidades de la gama tonal de los grises. ¡Cuánta bondad emanan los que, desde la negritud, demandan públicamente más grises a su alrededor!
El primer Ministro inglés se ha reunido con los altos mandatarios chinos y sólo le ha faltado repartir besos de tornillo a todos ellos. Se lo ha pasado en grande departiendo parabienes y sonrisas a diestro y siniestro. Sus allegados, también políticos, pero de segundo rango, han manifestado públicamente que Cameron no ha expresado su sentir verdadero ante el líder chino porque no quería ofenderlos (a los mandatarios) ni crear un clima poco propicio. Para los negocios, se entiende. ¡Qué bella y enternecedora imagen!: ¡El bueno de Cameron, atusándole el flequillo al alto mandatario chino! Y como es sabido, cuando Cameron se encontraba en la oposición se le llenaba la boca de términos como “derechos humanos” para hablar del mal que los mandatarios chinos infligían a sus súbditos. Quienes lo conocen dicen que Cameron se cisca en los mandatarios chinos cuando se encuentra en privado. ¡Cuánto valor hace falta para eso! Pero no, las cosas no son tan fáciles –debe pensar Cameron-, si los dictadores tienen amigos con los que se reúnen y comparten risas es porque al fin y al cabo no deben ser tan malos; además mucha gente vive mejor gracias a ellos, y son muchos los chinos que ya no sólo comen arroz…
¿Y qué tendrá que ver el carácter deportivo (canallesco como todo el mundo sabe) de Evo Morales con el carácter mostrado a sus amigos (más o menos diplomáticos) cuando con ellos queda a tomar un Daikiri? Nada; en este caso todos quieren al simpático de Evo, que además es arrolladoramente generoso y divertido. Así, abrazar a Evo Morales en un hospital, cenar cigalas con Castro en The Paradise o hacer footing con Chavez es lo NORMAL para un político que vive en un mundo que desprecia el bien y el mal por considerarlos simples entelequias.
martes, noviembre 09, 2010
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