Es la segunda vez que me pasa: me veo en la obligación de atender a la hija de unos amigos porque al parecer tiene problemas con sus”estudios” de Bellas Artes. Cuando la recibo no tarda ni diez minutos en sumiquear y lagrimear. Está ofuscada ante el cariz que van tomando sus estudios y confusa ante el camino a seguir. No le faltan motivos a la chiquilla, pues en la sociedad aún persiste la idea de que el Arte se encuentra vinculado más o menos a la Estética. Así, a la edad en la que la juventud elige su futuro, se crea un profundo mal entendido respecto a lo que puede esperarse de los estudios artísticos. Algo que no puede decirse de otros estudios; no es lo mismo desconocer profundamente aquello que se va a estudiar que acabar estudiando algo que no tiene nada que ver con lo esperable o previsible.
Por decirlo claramente: ella, como la práctica mayoría de los que deciden abordar esta “carrera”, lo hace creyendo que va a fabricar productos artísticos más o menos decorativos (de hecho todos los padres que tienen hijos que se muestran creativos me consultan acerca de la idea de encauzarlos hacia el Arte a través de los estudios propios) y se encuentra, con embargo, teniendo que hacer exactamente lo contrario de eso. Sería como si un estudiante de Medicina llegara a su tercer curso conociendo las derivas de la medicina legal y todas las cuestiones éticas y filosóficas que provienen del juramento hipocrático y no supiera lo que es un leucocito.
Me cuenta que lleva leídos no sabe cuántos libros de filosofía y teoría y que apenas le obligan a hacer nada... que no pueda justificar a partir de argumentos razonados (la famosa “memoria”) y después de unas lecturas obligadas. Se encuentra bloqueada, pues nunca se sintió capacitada para la lectura en general y menos aún para la filosófica en particular. Y llorando me dice que fue precisamente ese el motivo por el que no quiso estudiar Filosofía como su padre hubiera querido. Por lo que me cuenta sé que lleva razón la muchacha. Así las cosas:
1.Una adolescente decide, muy probablemente guiada por su deseo, dedicarse al arte para fabricar “objetos” más o menos bellos (repito que es legítima su confusión dada la idea que aún impera en la sociedad, en la mayoría de los padres de esos muchachos) y se encuentra con que: todos y cada uno de los profesores tiene sus filias respecto al pensamiento más o menos filosófico;
2. Durante el primer curso un profesor les hizo leer las tesis de Baudrillard sobre simulaciones y estrategias fatales, otro les obligó a familiarizarse con las ideas de Agustín García Calvo y otro se mostraba obsesionado con el personalismo de Mounier.
3. En segundo curso: uno les hizo leer a Focault, otro a Sade (como suena) así como varios libros sobre Queer Theory y otro se empeñó en que se supieran a Deleuze a pies juntillas.
4. En tercero se encuentra con que para su “memoria” debe compaginar las teorías sobre el incosciente de Krauss y Kuspit, otro le induce a leer a Foster para que aprenda algo sobre “lo abyecto” en su relación con “lo real” y otro le pide que asocie su proyecto, dadas las premisas, a cierto tipo de deconstrucción y le recomienda leer a Derrida. La muchacha llora, claro. Y yo no sé qué decirle. Si acaso balbuceo cosas que no solucionan su problema. La cuestión no es tanto que tenga que estudiar tantos libros de “filosofía” cuanto que esa “filosofía” la ¿imparten? gente no profesional que se mueve a capricho de sus gustos circunstanciales y pasajeros. Se trata de profesores sin ninguna formación respecto al Pensamiento que no tiene ningún rubor en ¿impartir? las doctrinas de un filósofo que coincide (coyunturalmente) con sus particulares gustos u obsesiones.
1.Una adolescente decide, muy probablemente guiada por su deseo, dedicarse al arte para fabricar “objetos” más o menos bellos (repito que es legítima su confusión dada la idea que aún impera en la sociedad, en la mayoría de los padres de esos muchachos) y se encuentra con que: todos y cada uno de los profesores tiene sus filias respecto al pensamiento más o menos filosófico;
2. Durante el primer curso un profesor les hizo leer las tesis de Baudrillard sobre simulaciones y estrategias fatales, otro les obligó a familiarizarse con las ideas de Agustín García Calvo y otro se mostraba obsesionado con el personalismo de Mounier.
3. En segundo curso: uno les hizo leer a Focault, otro a Sade (como suena) así como varios libros sobre Queer Theory y otro se empeñó en que se supieran a Deleuze a pies juntillas.
4. En tercero se encuentra con que para su “memoria” debe compaginar las teorías sobre el incosciente de Krauss y Kuspit, otro le induce a leer a Foster para que aprenda algo sobre “lo abyecto” en su relación con “lo real” y otro le pide que asocie su proyecto, dadas las premisas, a cierto tipo de deconstrucción y le recomienda leer a Derrida. La muchacha llora, claro. Y yo no sé qué decirle. Si acaso balbuceo cosas que no solucionan su problema. La cuestión no es tanto que tenga que estudiar tantos libros de “filosofía” cuanto que esa “filosofía” la ¿imparten? gente no profesional que se mueve a capricho de sus gustos circunstanciales y pasajeros. Se trata de profesores sin ninguna formación respecto al Pensamiento que no tiene ningún rubor en ¿impartir? las doctrinas de un filósofo que coincide (coyunturalmente) con sus particulares gustos u obsesiones.
Así pues: la muchacha, que quería aproximarse a las Bellas Artes, se encuentra a merced de unos caprichosos que adiario le aconsejan "be water my friend". Y la muchacha llora, claro.
1 comentario:
Es que es para llorar... pero llorar no es tan malo, incluso puede que acabe saliendo beneficiada gracias a haber llegado a ese punto.
Publicar un comentario