viernes, noviembre 24, 2006

Progre

En honor a la verdad he de decir que después de publicar el post Ciutadans no me quedé del todo tranquilo. Barruntaba yo acerca de la posibilidad de haberme dejado llevar demasiado rápido por una sola opinión. Al fin y al cabo, Concha Buika podía no ser la imbécil que mi amiga decía. Se trataba, desde luego, de una posibilidad no carente de sentido, pero no por ello tenía su aserto que ser incuestionable. Era sin duda verosímil su categórica afirmación, pero yo no tenía pruebas que indicara que fuera verídico. Además, todos somos imbéciles para alguien. Y durante un tiempo me pregunté a mi mismo, a quién si no, si no sería yo el verdadero imbécil.

Casualidad a medias: haciendo zapping me encuentro con una nueva entrevista a la ínclita cantante. Tres conocidas profesionales del medio entrevistan simultáneamente a Concha Buika. Parecen estar encantadas, si no entusiasmadas, ante las respuestas que ellas mismas parecen provocar y se turnan para dejar paso a lo que es ya un puro lucimiento de quien se sabe más que solícita y admirada. La diferencia con las entrevistas comentadas en el post citado son abrumadoras. Tan abrumadoras que me parece estar viendo a otra persona.

La serenidad de entonces se ha tornado crispación, el sosiego y la voz baja han derivado hacia la reivindicación comprometida, el gesto grandilocuente y ese elevado volumen de la voz tan necesario para mantener la atención. La reflexiva respuesta ha dado paso a la afirmación categórica y previsible, etc. Eso sí, todo abrigado con un discurso buenista y buenrrollista. Porque eso es exactamente lo que se espera de ella. Transigencia, comprensión, generosidad, etc., todo a raudales.

La pobre Buika ha caído en la trampa y lo peor de todo es que ignora que sus respuestas están dadas desde la fosa. No es consciente la pobre Buika de que la televisión se rige por un share que se fundamenta en dos parámetros: velocidad –rápida- y volumen –alto. Cuando ante una inesperada pregunta no encuentra la respuesta ágil y lúcida (que tanto el público como ella misma esperan) se ofusca y recurre al infantilismo más burdo. Y comienza a hablar de libertad. Las entrevistadoras entonces reconducen la entrevista y sacan a la luz el tema de... su bisexualidad. Entonces ella se recompone y dice algo así como “bisexual no (que pobre sería eso), yo soy trisexual, trifásica y tridimensional”. Y las entrevistadoras ya no caben de gozo y estallan.

La pobre Buika, que ya no es pobre, dice no importarle ni el dinero, ni las ventas, ella sólo quiere cantar cuando el cuerpo se lo pida. La pobre Buika, que a lo mejor no es una imbécil, sólo quiere reivindicar la libertad. Y lo hace desde los estudios de televisión, que se pegan (y pagan) todos por contratarla. Para que diga lo que se espera que diga una mujer libre que dice lo que piensa cuando la contratan desde la televisión para decir lo que se espera que diga. Verla en televisión haciendo zapping: casualidad a medias, pues.

Llegado al clímax de la entrevista una de las periodistas le pregunta acerca de su hijo, concretamente una de ellas le pregunta a qué colegio lleva a su hijo, privado o publico. “A uno privado”, contesta la pobre de Buika. Se hace el silencio, se apagan las risas. Todas disimulan. Entonces, sólo entonces, un segundo se hace eterno.

1 comentario:

Roma dijo...

Seguramente ni unas entrevistas ni otras son la cara única ni qué decir verdadera de la moneda. Ya ves, con cada una de ellas nos hacemos diferentes retratos de una misma persona, incluso tan antagónicos como estos que tú has hecho: primero con admiración de la inteligencia, serenidad y arte de una mujer, y luego con desprecio de la "pobre Buika".
Y en todo esto que barruntamos los demás ¿qué es ella (o cualquiera) sino carnaza que nos echan en los medios de comunicación?