sábado, diciembre 23, 2006

Normalidad y sentido común

Hoy he vuelto a trabajar de técnico en pro de la Creación, del Arte, eso por lo que, según tanta gente sensible, merece la pena vivir. Aunque sólo fuera por eso, por el Arte, merecería la pena vivir, según muchos, los más sensibles.

Hoy he vuelto a hacer de técnico de un artista. Es decir, hoy he sido, una vez más, el “operario” de un artista creativo y creador. Y lo digo sin el menor ápice de ironía. He hecho algo que me gusta tanto hacer que lo haría, si pudiera, más a menudo. Me contrató el artista para que le hiciera las fotos de lo que se consideraría después su particular Obra de Arte. Así, no me contrató para que reprodujera una de sus Obras, sino para que elaborara lo que iba a ser su propia Obra.

+Él es artista y su principal cometido (véase el post Bellas Artes “Marciales”) es de fantasear acerca de lo que el propio concepto de Arte significa. Por lo tanto, sólo él puede crear sin necesidad de tener que mancharse las manos. Su trabajo, el de la Creación, consiste en reivindicar lo Sagrado de forma bohemia pero comprometida (¿), sincera: auténtica (¿). De la misma forma que un escultor no elabora sus esculturas públicas (ni muchas de sus privadas), un artista actual no hace las fotografías que después serán tomadas como sus auténticas Obras de autor (hace años Andrés Serrano ya se cansaba de repetir que él no era el fotógrafo de sus fotografías, que él era el autor, que la técnica la ponía el técnico y que eso no eliminaba ni una pizca de su merito ni de su genialidad).

Así, yo debía colocar las luces del plató, medir los parámetros de velocidad y diafragma, elegir la combinación oportuna, colaborar en la dirección del modelo y disparar la fotografía. También había contratado a un operador de cámara de vídeo (llamémosle, el realizador) para que trabajara al mismo tiempo que yo con el fin de obtener el necesario documento en formato de vídeo que acompañaría las fotos que yo tomara.

+En un momento de distensión y descanso, el realizador, quizá influido por su temprana edad, o quizá por algún tipo de última tendencia (véase el post El artista adolescente) le dice al autor y artista: “la verdad es que a mí me gustaría ser homosexual, pero tengo un problema: no me gustan los hombres”. Estoy seguro que, además de decirlo por congraciarse con el autor -que no ha ocultado nunca su condición de homosexual-, el realizador estaba expresando un verdadero deseo: el de formar parte de un colectivo tan guay como lo son todos los colectivos que de años a esta parte vienen beneficiándose de la Cultura de la Queja y de la Corrección Política.

Acabamos la sesión tarde y nos vamos a comer. A última hora se suma un amigo mío de hace años. Sin dificultad alguna acabamos hablando de sexo y sexualidad. El autor artista cuenta aquel caso, tan famoso en su momento, del tipo que murió mientras se follaba a una gallina (a la que estranguló mientras una piedra inmensa le golpeaba en la cabeza). La imagen (fotográfica) pues: un tipo muerto con la cabeza aplastada y una gallina estrangulada empotrada en su miembro.

+Cuando todo parecía volver a sus cauces ¿normales? (véase los posts Diccionario y Sexo I y Sinsentido), así mi amigo al que creía conocer bastante bien: “pues yo me follé a una burra”, e inmediatamente pasó a relatar los hechos y a describir con precisión el famoso efecto ventosa producido por la vulva del ignorante animal. Y de aquí dos días Navidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Supongo que todos podemos contar historias entretenidas cosechadas de nuestra experiencia personal.

Me alegra saber que por Valencia se pasea alguien como usted, y me conforta también leer sus palabras dichas con tanto sentido común. Gracias!

fgc