miércoles, diciembre 06, 2006

Sistema Universitario

1. Ir a la moda, decía en otro post, es la única garantía de existencia con la que cuentan muchos (la gran mayoría). Ir a la moda (hacer lo que toca; hacer lo que se espera que hagas) acrecienta las posibilidades de medrar. Hacer algo distinto de lo que dicta una moda (no lo contrario) es, pues, una actitud cuya futilidad adquiere sentido, sólo, en el placer personal que convoca. Si bien te juegas la inexistencia.

2. La corrección política es algo que fundamentalmente ha agradecido la muchachada estudiantil, tan protegida ella en la supuesta defensa de las debilidades (en este caso la de ser joven, estudiante, hijo de padres etnocentristas, víctimas de la publicidad y de un mundo patriarcal, machista, xenófobo...). De esta forma, se ha inoculado en los jóvenes un sentimiento narcisista que resulta mucho más peligrosos de cuanto pudiera parecer, puesto que toda la protección recibida se basa en la defensa de un individualismo corporativista y autodestructivo, llevando la paradoja al puro éxtasis. Un éxtasis perturbador.

3. Los becarios, esos estudiantes que antes eran alumnos aventajados en conocimientos, ahora son el espécimen más retorcido del mundo académico. Los becarios, que son los futuros nuevos profesores son, simplemente, los que mejor se han sabido adaptar a un sistema que ya no se encuentra al servicio del Conocimiento, ni siquiera de ideología alguna, sino al servicio de Telefónica y Coca-Cola.

4. La Posmodernidad universitaria no es más que la perfecta combinación de dos actividades perfectamente complementarias: la del ninguneo y la del prorrateo. Ningunear a los que no van a la moda y prorratear entre los más serviles. La consecuencia la sabemos todos.

1 comentario:

juan diez del corral dijo...

En realidad este comentario tendría que ir colgado en el que escribiste hace unas semanas con el título Maestro Azúa, pero como todavía no tengo muy clara la estructura espacio-temporal de los blogs, me lo tomo hoy como folio en blanco para una correspondencia abierta.
En efecto, tenemos la suerte de haber sido contemporáneos de Azúa, porque aunque los clásicos nos abran la mente, nadie puede iluminar mejor el lugar de tu vida que un coetáneo. Hemos leído (y releído) todos sus libros, artículos y entrevistas, y con ello hemos entendido mucho mejor las derivas del arte en nuestro tiempo, y durante un año hemos tenido el lujo de poder leerle a diario. Tu recomendación al lector de leer a Azúa y no perder el tiempo en otros blogs, es muy loable.
Pero en aquel comentario tuyo tan elogioso y analítico (y tan distinto de la banal y diaria publicidad o pasteleo) recuerdo que decías que el blog de Azúa era el lugar donde se cocía lo más interesante que puede encontrarse en internet, confundiendo, creo yo, la presencia de Azúa en la red con el espacio de comentario que los blogs posibilitan.
Y es que nada más triste que el blog de Azúa: leer el escrito diario de Félix y descender al bochornoso espectáculo de los comentarios de los anónimos bloggeros ha sido un espectáculo descorazonador. Todos los días echaba un vistazo por ver si alguna persona íntegra se animaba a comentar lo escrito por Azúa en el día, pero lo único que encontraba era desolación y más desolación. Parloteo, griterío, presunción, pedantería, confusión, cobardía, etc., etc., etc.
Me consta que Azúa, al principio, esperaba otra cosa, y la presencia de las notas de Eduardo Gil Bera le compensaban por todo lo demás; pero según iba avanzando la experiencia, parecía que Azúa se hubiera resignado a “lo que había” y harto de esperar mejores ecos de su voz, hasta se ponía a leer en el marasmo y a intentar encontrar algo útil o divertido, aunque fuera un inútil consejo sobre como puntuar o una tontísima pelea sobre la guerra de géneros.
Esa debilidad, o esa resignación le ha costado muy cara, porque nada más decepcionante que la manera en que lo cerró, despidiéndose de los “artistas” que habían intervenido en él mediante un abrazo de “conjurados”. La cortesía es muy traidora porque, igual que pasa con los titulares de los periódicos (o más, por ir al final), concentra una gran cantidad de significado. Si alguien no puede despedirse por escrito llamando artistas por igual a los que han escrito en su blog, ése es Azúa que tanto nos ha enseñado sobre lo que un “artista” es. ¿Y abrazarse a ellos como conjurados….? ¡ay! sólo se me ocurre que al escribir esa palabra estuviera pensando en la “Conjura de los necios” y que poniéndose a su altura consiguiera que no le echáramos de menos una vez ido. Brillante salida en tal caso, pero me temo que, vista así, es más fruto de mi imaginación y mi afecto que de su acierto. La verdad es que me duele verme en esa lista de despedida. Si hubiera sabido que iba a acabar así, no le hubiera hecho el más mínimo comentario ni le hubiera dado mi nombre.

Ahí quedan sus escritos, para revisitarlos con calma, porque son merecedores de una lectura más sosegada que la que se hace deprisa y corriendo en la pantalla del ordenador, y ahí queda también la experiencia de su blog. No es poco, y espero que aprendamos de ello. Gracias a tu blog, Alberto, y a tan acertados comentarios como el de hoy, no echo de menos al de Azúa, y además me alegra que tengas tan poca basura añadida; y gracias al ejemplo de Félix yo estoy consiguiendo la increíble hazaña de colgar cada día un artículillo sobre arquitectura.

Una cosa más: como soy un desastre con mis agendas de direcciones y en esto de las comunicaciones a distancia es todo muy mudable, desde hace algún tiempo no tengo claro ni a qué correo electrónico escribirte ni a qué número llamarte, y no quisiera utilizar el espacio del blog para asuntos o detalles que se comentan mejor por carta. Hazme el favor de ponerme dos letras con ello a mi correo: juandiezdelcorral@gmail.com

Sirva la dirección como firma de no despedida.