Ha acertado plenamente Anagrama con la ilustración de portada. En ella unos individuos (¿personas o personajes?) se encuentran congregados ante aquello que los une. Podemos conjeturar acerca del motivo de la congregación, pero cualquier respuesta sería eventual. El caso es que se encuentran todos esos individuos en paralelo, en grupo, enfocados hacia el mismo lugar y ajenos unos a los otros. Así es como ve Pere Saborit al individuo del ahora, y el titulo no ofrece ya dudas: Vidas adosadas. El miedo a los semejantes en la sociedad contemporánea. Excelente disección de las relaciones del individuo con sus semejantes.
No estamos en el mejor momento para la causa común. Estamos demasiado habitados por la desconfianza y el miedo. Nos imbuimos de autosuficiencia hasta el punto de abandonarnos a la autoayuda. Las negaciones se disfrazan de afirmaciones y las afirmaciones sólo pueden pronunciarse para uno mismo; y en voz baja, para que no nos oigan. Hemos pasado del miedo a la diferencia al miedo a lo común.
Saborit desmenuza de forma impecable todas las circunstancias que conforman el individuo contemporáneo, todas las circunstancias que convocan el exacerbado individualismo contemporáneo. Un individualismo gentil. Analiza, así, la falacia del relativismo (en complicidad con una suerte de idealismo) y describe sus consecuencias; el culto a la diferencia y el miedo a lo común; la corrección política y su vinculación a la mala conciencia; el ansia de legislarlo todo; la edulcoración de todo a través del lenguaje; el desprecio por los criterios de clasificación y la apología de la equidistancia; el consumismo como sustitutivo del otro. Un individualismo gentil: aquel se apalanca en su realidad y huye de lo real.
Todo lo que huela a necesidad se aborrecerá y se sobrevalorará, hasta niveles demenciales, todo lo que despida efluvios de indeterminación e imprecisión. Sus conclusiones, claro, destilan un cierto rencor (que comparto plenamente) hacia cierta filosofía continental. Algo que le creará no pocos enemigos.
La autoayuda como autoengaño. Un individualismo gentil y un menosprecio a lo común que incluye el menosprecio al sentido de lo común y el menosprecio al sentido común. Esto es exactamente con lo que contamos, además de otras cosas, los individuos del ahora. El panorama no es halagüeño, pero según el autor podría se peor: “En realidad, hace ya tiempo que, en su proceso de avance (esperemos que no imparable), el desierto atravesó la política para dejarla reducida a ética, ya ahora de lo que se trata es que no deje ésta, a su vez, convertida sólo en estética”.
Pos Scriptum. Le comenté a mi amigo Salva las impresiones sobre el libro que en esos momentos llevaba encima y le señalé la portada para explicar el acierto del diseñador de la editorial. Le participé mis dudas ante lo que esos personajes pudieran estar haciendo, todos enfocados hacia “lo mismo” pero ignorándose. Lo cogió unos segundos, observó la portada, me lo lanzó sobre la mesa y dijo sin mostrar duda alguna: “están viendo la televisión”. Si Hopper levantara la cabeza...
No estamos en el mejor momento para la causa común. Estamos demasiado habitados por la desconfianza y el miedo. Nos imbuimos de autosuficiencia hasta el punto de abandonarnos a la autoayuda. Las negaciones se disfrazan de afirmaciones y las afirmaciones sólo pueden pronunciarse para uno mismo; y en voz baja, para que no nos oigan. Hemos pasado del miedo a la diferencia al miedo a lo común.
Saborit desmenuza de forma impecable todas las circunstancias que conforman el individuo contemporáneo, todas las circunstancias que convocan el exacerbado individualismo contemporáneo. Un individualismo gentil. Analiza, así, la falacia del relativismo (en complicidad con una suerte de idealismo) y describe sus consecuencias; el culto a la diferencia y el miedo a lo común; la corrección política y su vinculación a la mala conciencia; el ansia de legislarlo todo; la edulcoración de todo a través del lenguaje; el desprecio por los criterios de clasificación y la apología de la equidistancia; el consumismo como sustitutivo del otro. Un individualismo gentil: aquel se apalanca en su realidad y huye de lo real.
Todo lo que huela a necesidad se aborrecerá y se sobrevalorará, hasta niveles demenciales, todo lo que despida efluvios de indeterminación e imprecisión. Sus conclusiones, claro, destilan un cierto rencor (que comparto plenamente) hacia cierta filosofía continental. Algo que le creará no pocos enemigos.
La autoayuda como autoengaño. Un individualismo gentil y un menosprecio a lo común que incluye el menosprecio al sentido de lo común y el menosprecio al sentido común. Esto es exactamente con lo que contamos, además de otras cosas, los individuos del ahora. El panorama no es halagüeño, pero según el autor podría se peor: “En realidad, hace ya tiempo que, en su proceso de avance (esperemos que no imparable), el desierto atravesó la política para dejarla reducida a ética, ya ahora de lo que se trata es que no deje ésta, a su vez, convertida sólo en estética”.
Pos Scriptum. Le comenté a mi amigo Salva las impresiones sobre el libro que en esos momentos llevaba encima y le señalé la portada para explicar el acierto del diseñador de la editorial. Le participé mis dudas ante lo que esos personajes pudieran estar haciendo, todos enfocados hacia “lo mismo” pero ignorándose. Lo cogió unos segundos, observó la portada, me lo lanzó sobre la mesa y dijo sin mostrar duda alguna: “están viendo la televisión”. Si Hopper levantara la cabeza...
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