domingo, octubre 21, 2007

Sopor

Muchas veces (cada vez más) me da la sensación de estar perdiendo el tiempo mientras leo. Sí, mientras leo. Y pienso que no pasa nada siempre y cuando logre encontrar lecturas que contrarresten esa sensación. Quizá exagere al respecto, no sé, pero muy probablemente, haya alguien que encuentre desproporcionada la opinión que voy a expresar en este post. Opinión directamente relacionada con el sopor que me producen ciertas lecturas. A lo mejor alguien la considere prepotente. Y seguro que no le faltará razón. La cuestión es que cada vez más encuentro periodistas que me incitan a abandonar la lectura. Quizá exagero, pero no estoy seguro.

En cualquier caso y por despejar dudas pienso que la lectura, la lectura entendida así, en genérico, se encuentra extremadamente sobrevalorada. O por decirlo de otro modo, prefiero hablar con alguien que habiendo leído poco o nada haya visto mucho cine que hablar con alguien que habiendo leído muchos ken follets no sepa quién es Antonioni. Sobrevalorada, ya digo.
La cuestión es que hay un buen número de intelectuales que llevan escribiendo años y años en medios de comunicación y lo único que se me ocurre decir de ellos es que son soporíferos. Y nada que ver tal opinión sobre ellos con lo que amí me parece la ideología que les hace escribir. Nada, lo juro. Se trata más bien, cómo no, del cómo, del cómo expresan lo que pretenden expresar. O por decirlo más llanamente: se trata de intelectuales extraordinariamente informados y muy leídos que cuando escriben parecen recien levantados y con muchas legañas. Les falta talento y les sobra información: carecen de... la gracia (entendida en sentido estético clásico). Pero son muy prolíficos. Así pues, un desastre, porque además son muchos. Soporíferos por previsibles y poco creativos.

Uno de los que podría servir de ejemplo, y que nadie piense que tengo nada contra él, sería José Vidal-Beneyto, mi paisano. Sería para mí un posible paradigma. Lleva años escribiendo en un ínclito periódico que llevo yo leyendo otros tantos años. Sólo sé de sus textos lo que el autor me quiere decir con ellos. Y esto, que para muchos sería más que suficiente, para mí no lo es en absoluto. Dejo a cada cual que interprete la frase. Ayer escribió y publicó el que sería el tres de tres acerca, precisamente, del tema del intelectual, del intelectual que expresa su opinión en medios. Como él, sin ir más lejos, como el propio Beneyto.

Vidal-Beneyto lleva tres artículos intentando diseccionar al “último intelectual”. Con toda su metralla retórico-barroca lleva tres artículos seguidos intentando desprestigiar a esos intelectuales que, previamente, ha calificado de forma peyorativa como de intelectuales mediáticos. Como si él, el propio Beneyto, fuera un anacoreta. Así Beneyto, “hace 30 años un grupo de jóvenes impacientes a la par que ambiciosos aprendices de filosofía a los que m refería en el primer artículo –Bernard Henri Lévy, Alain Finkielkraut, Pascal Brukner, André Glucksman etc.”
A mí, particularmente, me inquieta que los llame “ambiciosos aprendices”.Pero me preocupa bastante más el “etc.”. Quizá exagero, pero no estoy muy seguro.

Ya digo, prefiero a quien pueda decirme algo interesante acerca de, pongamos Sed de mal, que a algunas personas muy leídas y aburridas. Pero, insisto, no tanto debido a la expresión de tal o cual ideología con la que me pueda identificar (o no), cuanto al hecho de ser, con sus textos, la representación del puro sopor.

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