Definitivamente tenemos a los políticos que nos merecemos. Y lo que resulta igual de significativo y preocupante: tenemos también a los periodistas que nos merecemos. No sé dónde habrán aprendido la profesión la mayoría de ellos, lo que sí sé es cómo la practican: con el culo apretado. No me canso de repetirlo, lo que caracteriza a los políticos, a los periodistas y a los profesores universitarios es el miedo con el que ejercen su profesión. O dicho de otra forma, lo que les caracteriza es la forma con la que ejercen una profesión que se encuentra regida por el miedo. Un miedo que induce a la miseria. Un miedo que conduce a la miseria. Miedo o pusilanimidad, que tanto monta.
Llevamos muchos años educando a las nuevas generaciones a partir de un relativismo mostrenco. Y antes de continuar debo aclarar que los verdaderos problemas que cuenta una crítica al relativismo se encuentran en aquello en lo que coincide con la misma derecha política y con el pensamiento popular más reaccionario. El relativismo, es cierto, es la verdadera cuartada política que ha usado la Izquierda para imponer el mal de nuestra época, la Corrección Política. Pero, por otra parte, no es menos cierto que el relativismo es también la diana de las críticas de todos aquellos cuyo único fin es conseguir el poder para imponer su ideología de Derecha. Así, repito, el gran problema de la crítica al relativismo se encuentra en los compañeros de viaje.
Dicho esto, tendría que matizarse el término en cuestión. Y para ello habría que empezar por distinguir tres tipos de relativismo en función de su referente: el relativismo cognoscitivo (que atañe a la verdad), el relativismo ético o moral (que atañe al bien) y el relativismo estético (que atañe a la belleza). Respecto a este último poco hay que decir más allá de considerarlo pionero en lo que respecta a su imposición: lo que le sucede ahora al concepto de verdad, controlado por la Corrección Política, le sucedió a la belleza hace 250 años, cuando el concepto fue controlado por los nuevos ricos. Y respecto al relativismo ético sólo decir que, como veremos, depende en gran medida de relativismo cognoscitivo.
Uno de los fundamentos de todo relativismo es, valga la paradoja, el de esquivar o ignorar muchos principios lógicos. Porque de eso mismo se trataba exactamente: de eliminar el prejuicio de la lógica. Y es de esta forma que el relativismo desprecia, por ejemplo, el principio lógico que reza que si existen dos teorías contradictorias entre sí no pueden ser ambas verdaderas. Entre otras cosas porque piensa que no hay teoría que pueda considerarse verdadera. Para el relativismo cognoscitivo la verdad es una construcción social, como lo son los propios hechos, los acontecimientos. En efecto, los posmodernos, sobrevenidos de estructuralismo, dudan de la realidad porque dudan de la existencia de los hechos. Para ellos los hechos son sólo en función del lenguaje, de la convención; el resultado de un constructo. Así, la noticia no es la consecuencia del hecho, sino que es la noticia la que conforma el hecho. Con este escepticismo epistemológico extremo nos gobiernan los políticos, no enseñan los catedráticos y nos muestran la realidad los periodistas.
Hace unos días sucedió un hecho, hecho del que supimos a través del periodismo. Un hombre había violado vaginal y analmente a una niña de tres años, además de infligirle dolor a través de golpes y quemaduras. Su usaron expresiones como “desgarro anal y vaginal” en casi todos los titulares. Los hechos, como siempre, fueron incontrovertibles, sin embargo el periodismo barato (que viene a ser la práctica mayoría) dejó de hacer lo que el verdadero periodismo reclama por encima de cualquier otra cosa: fijar el hecho. Y se dedicó a crear la noticia, esto es, a re-crear la realidad. Habrá quien se conforme con denunciar estos abusos del periodismo cotidiano, pero bajo mi punto de vista lo importante sería conocer las causas de esta rampante degeneración. En este sentido, y después de mi prólogo, no deberíamos extrañarnos que los periodistas re-creen la realidad, pues se les ha conculcado desde los medios, desde las universidades y desde los gobernantes que la realidad sólo existe en función de la re-creación. Así y sólo así pueden hacer lo que mejor se les está enseñando a los jóvenes de hoy en día: des-responsabilizarse de sus opiniones. Porque no existiendo los hechos puede considerarse que todo es opinión y por tanto pueden des-responsabilizarse de ella, cosas de la libertad de expresión tal y como la entiende una mayoría. Y aunque no se des-responsabilizaran daría lo mismo, pues el relativismo ha conculcado la idea de que todas las opiniones valen lo mismo. Y cuando todo vale lo mismo, ya se sabe, nada vale nada.
Repetimos: Hace unos días sucedió un hecho, hecho del que supimos a través del periodismo. Un hombre había violado vaginal y analmente a una niña de tres años, además de infligirle tortura a través de golpes y quemaduras. Su usaron expresiones como “desgarro anal y vaginal” en casi todos los titulares. Los hechos, como siempre, fueron incontrovertibles, sin embargo han tenido que pasar uno días para que nos enteremos de que los hechos fueron, efectivamente, incontrovertibles: una niña murió. Y las causas de la muerte de la niña nada tenían que ver con la violencia del hombre acusado. El hecho que se produjo no fue, pues, la violencia de género, como se vino a asegurar desde casi todos los medios, sino la muerte de una niña de tres años. El hecho incontrovertible no fue lo que se recreó en forma de noticia, como nos quisieron hacer creer los del culo apretado (ya fueran políticos, profesores universitarios, periodistas, feministas o ciudadanos sin adscripción). Una noticia que ha generado otro hecho también incontrovertible: el hombre falsa e injustamente acusado ha adelgazado 10 kilos y se encuentra en tratamiento psiquiátrico con el fin de salvar su vida de una peligrosa depresión.
Puede también decirse que lo que falló no es sólo la noticia, sino el sistema de valores que proporciona un determinado entendimiento de la profesión periodística. La des-responsabilización es un acto eminentemente infantil y el infantilismo es el signo más representativo de la actual sociedad. La inmadurez no es más que un estado que consiste en combinar una renuncia con una reivindicación; la renuncia al esfuerzo que supone el acceso al conocimiento y la reivindicación del juego como forma de vida.
Toda re-creación es un juego y nada gusta más a los posmodernos y a los ignorantes (cada grupo por causas distintas) que el juego que deviene de descreer de los hechos. Por lo que contamos ahora con una sociedad supuestamente adulta que es, antes que otra cosa, infantil, ludópata. Enferma. Y todo sin olvidarnos de que quien filtró la noticia sabía que la sociedad está ávida de explicaciones rápidas. Las noticias se consumen con la misma avidez y voracidad que un Big Mac. Y por tanto hay que generar noticias incluso allá donde no se produzcan hechos; hay que dar explicaciones rápidas incluso allá donde aún donde no se haya fijado el hecho. La cuestión es lo que queda de todo esto y lo que queda (tanto para los que han seguido el desarrollo de los acontecimientos, pero sobre todo para los que sólo oyeron la noticia en su momento) es, “nuevo caso de violencia de género” y “desgarro anal y vaginal a una niña de tres años”. El relativismo ético (que crea la noticia amorfa) es, pues, una consecuencia del relativismo cognoscitivo (que cree que la realidad es un constructo).
miércoles, diciembre 09, 2009
Periodismo degenerado
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