jueves, febrero 11, 2010

Expertos en Arte (y espectadores acobardados)

Si alguna forma hay de saber qué es eso del Arte, esa forma se encuentra plenamente vinculada a los expertos y a los medios a través de los que nos comunican dónde está y por qué lo es. Si el Arte fuera otra cosa distinta a lo que nos dictan los periódicos y revistas especializadas, no tendría sentido la existencia de toda esa información, ni la de las cosas que con esa información pretenden justificarse. De esta forma, analizar los argumentos de Calvo Serraller (por ejemplo) no sería otra cosa que analizar los argumentos por los que podemos saber del Arte. Sus argumentos, más que conformar la Realidad, son la Realidad, puesto que se producen al tiempo que la conforman. Su caso sería pues paradigmático porque, como sabemos, se trata de uno de los personajes más ubicuos del mundo del Arte en aquellos lugares desde donde se crea ese mundo.

Además de lo apuntado Calvo Serraller resulta sumamente interesante por cuanto es uno de los pocos que, precisamente debido a su reputación, interviene en los más variopintos medios de formación de mayor o menor difusión, más o menos especializados, e incluso de ideología también más o menos contrapuesta. Es sabido que desde hace bastantes años se encarga de la sección de Arte de El País, “algo más que un periódico” al decir de Juan Goytisolo. A nadie se le escapa que El País “es también, como sabemos –continúa Goytisolo-, la matriz o pieza clave de un poderoso grupo empresarial con ramificaciones en el ámbito editorial y en diversos medios de comunicación de España e Iberoamérica. Su credibilidad informativa le ha permitido conquistar de buena ley una audiencia internacional y alzarse al nivel de los cuatro o cinco mejores periódicos del mundo”.

Es decir, lo que en materia de Arte puede decirse a través de ese periódico tendrá una repercusión nada despreciable. Pero eso no es todo, Calvo Serraller es uno de los colaboradores asiduos de una de esas ramificaciones editoriales del gran grupo empresarial Prisa, “apenas” mencionado por Goytisolo: la prestigiosa revista Claves, dirigida por los insobornables Javier Pradera y Fernando Savater y donde se dan cita los mejores pensadores de la actualidad. De esta forma, lo que pueda decirse desde este medio tampoco caerá en saco roto, simplemente caerá en un saco más pequeño... pero más pesado.

Pero no sólo es eso, seguramente debido a la importancia de su firma también colabora ocasionalmente con la revista de ese otro grupo editorial que se encuentra en franca competencia con el anteriormente aludido: nos referimos a la revista Arte, cuyo director editorial no es otro que Pedro J. Ramírez. El artículo que aquí comentaremos, aun estando incluido en una sección denominada “Arte Contemporáneo”, tiene como finalidad dirimir un problema histórico a partir de un objeto que forma parte de la Historia del Arte: “El sentido universal del Guernica”. Así se presenta dicho artículo en el sumario: “El Guernica de Picasso es, sin duda, la obra más representativa del arte del siglo XX”.

Así pues, un periódico poderoso, El País (en el que publica todas las semanas uno o varios artículos atendiendo a la noticia de actualidad), una revista especializada pero con tintes claramente populistas, Arte (con un tema histórico), una revista indudablemente dedicada a la intelectualidad, Claves (atendiendo a cuestiones puramente teóricas) y un buen repertorio de revistas de divulgación con veleidades culturalistas. Hay otros expertos influyentes, pero puede comprobarse fácilmente que las diferencias que los separan son mucho más pequeñas que las afinidades que los conjuntan. Espero, en cualquier caso, que nadie vea en los análisis algo en contra de la persona (a la que no conozco); se trata simplemente de analizar los argumentos de quien, por poder, más puede.

Y por si quedaba alguna duda, haciendo referencia a la última publicación de Calvo Serraller, El Guernica de Picasso (1999), dice de él otro experto: “el autor de aquella monografía –se refiere a la de 1981-, se ha convertido, mientras tanto, en el crítico de arte más importante de este país, con un acreditado dominio de la teoría y de la práctica artística, tanto antigua como contemporánea, que le proporciona una perspectiva intelectual mucho más amplia de lo habitual entre los estudiosos de los fenómenos estéticos” (Juan Antonio Ramírez; El País).

Pienso que para analizar el modo en el que se expresan los expertos, nada mejor que acudir a los más expertos, los que por poder más pueden influir en la configuración de la realidad del Arte. Así, ruego al lector que sin más preámbulos se enfrente a la primera frase del artículo que pretendo analizar “El sentido universal del Guernica” aparecido en la revista Descubrir el Arte: “Hay a quien le gusta discutir si Picasso es o no el mejor artista del siglo XX. En esta misma línea de polémicas recreativas, hay también quien opina acerca de si el Guernica, de Picasso, es o no su mejor obra. Para mí son cuestiones que no sólo no me interesan...”

Queda claro pues, ya desde el principio, que el artículo pretende, ante todo y sobre todo, dejar claro que las cosas en el mundo del Arte se producen con independencia de que algunos (ciertos espectadores) no estén dispuestos a entenderlas y asumirlas. Y que, en cualquier caso, se desarrollan de forma justa, aun cuando haya gente que esté predispuesta a equivocarse. Para Calvo Serraller, lo que a cierta gente le guste (las polémicas recreativas en torno a lo cualitativo y cuantitativo en Arte) es algo que a él, como experto, no le interesa. Por eso digo saber lo que pretende a partir sólo de la primera frase: porque sabemos (lo hemos visto sobradamente en otros capítulos) lo que sucede cuando a un experto (no) le interesa algo y porque también conocemos la nula relevancia que tiene lo que pueda gustar en términos artísticos a un no experto. De hecho continúa, “estoy convencido de que las opiniones en arte casi siempre carecen de interés y, en cualquier caso, resultan particularmente ridículas cuando, a través de ellas, se quiere establecer una clasificación, por riguroso orden jerárquico, de los mejores artistas u obras”.

Así, lo que a otros (¿) les guste, a él, como experto, no le interesa: en este caso el dilucidar si el valor de las obras de Arte es mesurable para, entre otras cosas, poderlas clasificar. Para Calvo Serraller el que las cosas puedan ser mejores o peores con el fin de poderlas clasificar parece ser que es, debido a su innecesariedad, algo ridículo. “Hay a quien le gusta discutir...”, “las opiniones de arte casi siempre carecen de interés”, además “resultan especialmente ridículas cuando, a través de ellas, se quiere establecer una clasificación”.

Si aceptáramos, con Calvo Serraller, que carece de importancia el que una Obra de Arte pueda ser para muchos mejor o peor que otras porque una Obra de Arte es ajena a las opiniones (y aún más si tienen pretensiones clasificatorias), la pregunta podría ser, ¿qué es lo que hace que una Obra de Arte sea grande, como el Guernica? La respuesta nos la ofrece el mismo Calvo Serraller

Para el autor, la selección de la Historia del Arte es natural y por tanto es justa con independencia de que alguien no sea capaz de asimilarla. Al menos eso es lo que a todas luces parece pretender el autor con una afirmación en la que se justifica la importancia del Guernica en función de su representatividad. O, si se quiere, en su relación con el espíritu de la época que representa: Nos dice: “Que sea o no sea Picasso el mejor artista del siglo XX y, así mismo, que sea o no el Guernica su mejor obra, nadie duda de que ambos, Picasso y el Guernica, son, respectivamente, lo más representativo de la creación plástica del siglo XX”. Así pues, ahora, el que sea mejor o peor es perfectamente irrelevante, y de hecho es la trampa en la que según Calvo Serraller caen los desinformados y despistados (los que “gustan de discutir si Picasso es el mejor artista...”); lo verdaderamente relevante del Guernica es, pues, su capacidad representativa. Que además es algo de lo que “nadie duda”. Y más adelante añade, por si hubiera dudas, que “la proyección universal (del Guernica) es conseguida sólo por unas pocas obras artística maestras, incluso paradójicamente al margen de su intrínseca calidad artística”.

Para nuestro experto, en definitiva, la cuestión del Arte no descansa, al parecer, en las opiniones de nadie, ni por tanto en determinar qué es mejor (siempre en función de alguna opinión), ni mucho menos en opinar con el fin de establecer clasificaciones de orden jerárquico y por tanto realizadas a partir de comparaciones cualitativas. Por eso nos dice, “cuando es imposible precisar el por qué y el cómo de la calidad artística, resulta grotesco medir su cuánto y, todavía peor, comparar varios cuántos entre sí. Sin duda el problema de la calidad nada tiene que ver con estas simplificaciones”.

Pero el que sea imposible precisar el porqué y el cómo de la calidad artística no significa que para él no exista dicho criterio. De hecho en la última frase del párrafo queda aceptada su existencia, si bien de forma implícita (“sin duda el problema de la calidad nada tiene que ver con estas simplificaciones”). Además el mismo Calvo Serraller nos dice en otro momento:

“Yo estoy en un momento en el que me parece admirable que alguien se dedique a pintar, incluso un pintor de Rastro, pero finalmente lo que perdurará se regirá por criterios de calidad. Lessing dice: ‘Hay un valor que es la verdad y la expresión de ésta que transforma la fealdad en belleza’. Pero esta belleza intemporal, esta codificación normativa, no se puede imponer, como no se puede imponer la geometría tolemaica. Cuando en el mundo de la creación se franquea una frontera no es para hacer moral, es para hacer arte. Mi discurso apasionado aquí es que el arte contemporáneo se rige por los mismos criterios de calidad que los del arte de todos los tiempos (F. Calvo Serraller. El Europeo nº 50)”

Por tanto ya estamos en condiciones de descifrar lo que quiere decir nuestro experto con todo lo transcrito de su artículo hasta el momento; a saber: que aquello de lo que gustan los demás (¿) es despreciable en el sentido de irrelevante y por eso no le parece interesante; que los gustos de los demás (¿) no son sino opiniones; que las opiniones en Arte casi siempre carecen de interés mientras sean pronunciadas por los demás (¿). De hecho, el problema no se encuentra donde nuestro experto hábilmente lo sitúa, sino en otro lugar bien distinto: para Calvo Serraller el problema ya no es tanto que haya cosas mejores y peores (y por tanto la gente opine sobre ello) cuanto que sea difícil detectar la diferencia que separa unas de otras (“es imposible precisar” la calidad; “resulta medir su cuánto”). O sea, que no es tanto que se carezca de un criterio de calidad artística cuanto que se trate de un criterio para el que no todo el mundo está preparado, y de ahí que casi todas las opiniones en materia de Arte carezcan de interés para nuestro experto.

Así, lo que le molesta realmente de las "polémicas recreativas" y de quien opina "con el fin de clasificar" es que eso lo haga... un no experto (un espectador), ya que “el problema de la calidad nada tiene que ver con estas simplificaciones” (las de los que opinan). Lo que le molesta no es tanto que se opine cuanto que ciertas opiniones interfieran, de forma intrusa, en las suyas, las del experto, que no son otras que las “verdaderas”; por efectivas. O dicho de otra forma: lo que le molesta es que opine alguien que, por no poder intervenir en La Verdadera Clasificación (la que configura la Historia), será idefectiblemente un ignorante, cuando no un pobre infeliz: “hay a quien le gusta... opinar”, “especialmente ridículas cuando a partir de las opiniones se pretende clasificar”…

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