sábado, febrero 20, 2010

La España de siempre

Hay sociedades valientes y sociedades temerosas, hay sociedades alegres y sociedades tristes, sociedades prepotentes, pusilánimes, ambiciosas, mortecinas, fanáticas. Es decir, las sociedades son lo que el conjunto de sus componentes quieren que sea esa sociedad más allá de identidad alguna. En gastronomía, por ejemplo, España sería una sociedad valiente y Francia prepotente. En cultura España sería una sociedad temerosa y Alemania valiente y Francia ambiciosa. En deporte España sería una sociedad alegre e Italia fanática. En arte Inglaterra sería una sociedad ambiciosa y España pusilánime.

No hay más que darse una vuelta por ARCO para comprobar el alto índice de conservadurismo que embadurna la atmósfera del recinto ferial más artístico. Desde su creación ARCO ha pasado por distintas épocas, pero ninguna de ellas ha sido capaz de ser ajena a su propia coyuntura político/económica, ni de ser ajena al propio perfil, a su verdadero estatus: el de la perfecta representación de la baja medianía, la medianía más conservadora. Podría servir de excusa, valga la paradoja, decir que ARCO es la única feria en donde de verdad se compra arte en España; es decir, de entre todas las feria de arte de España ARCO es la única en la que los grandes compradores institucionales se reúnen para ver quién es el más rápido. Llegué a la feria a las 11 de la mañana, primer día oficial de la feria y ya me encontré con varios stands que lucían pegatina de “comprado por la Fundación…”. El puntito rojo es una antigualla impersonal para los nuevos directores de marketing de las “empresas” más agresivas. Tan cierto es que ARCO es la única feria en donde de verdad se vende que hay puñetazos para formar parte del elenco de galerías seleccionadas por un misterioso “tribunal”. Tanto es verdad, que esos puñetazos se dan porque se sabe que hay galerías que viven todo el año de las ganancias obtenidas en ARCO. Puñetazos y patadas. Y todos los allí congregados se creen con los méritos suficientes para estar entre los elegidos. Si bien también es cierto que se creen con los mismos méritos todos los rechazados.

Si alguien quiere comprar una fotografía que no desdiga con las cortinas o una escultura para epatar al vecino o una pintura para entrar en la alta sociedad, entonces ARCO es una feria aceptable e incluso recomendable. Lo que sucede es que la idea con la que se fundó ARCO fue la de luchar contra ese tipo de ferias rancias que insistían en la venta de objetos burgueses; la causa de su creación fue la ilusión por mostrar en una feria todo lo que los burgueses de antaño no se habrían atrevido ni a mirar; fue la de crear las bases para un nuevo tipo de coleccionismo; la de crear el estado apropiado para la emergencia de nuevos coleccionistas. ARCO pretendía, precisamente, ser esa alternativa que España necesitaba para equipararse al resto de países que no sufrieron ningún bloqueo cultural de 40 años de duración. Y hete aquí que tenemos un ARCO que parece una guardería infantil.

Y que nadie se deje llevar por la publicidad, que como todo el mundo sabe, es algo más que engañosa. De hecho todas las imágenes que han salido en la televisión y en los periódicos mostraban las únicas tres piezas por las que se podía calificar la feria de moderna, actual e incluso de atrevida o trasgresora (no buena). Lo demás… cuentos para niños. Porque niños son los coleccionistas que compran una foto de grandes dimensiones sin saber todavía quien fue Ansel Adams y sin haberse interesado jamás por una copia fotográfica en papel baritado. De hecho, cada vez que en una edición anterior de ARCO han dejado entrar una galería culta que mostraba fotografía culta he sentido una gran vergüenza ajena sólo de pensar que en ulteriores años preferirían antes ir a una pequeña feria de Burdeos que volver a la feria de España.

Quien ha estado en ferias internacionales sabe que ARCO es extraordinariamente conservadora porque la cultura de los españoles respecto al arte roza los mínimos. Por decir algo que sea definitivo a la hora de entender mis argumentos: en un solo distrito de París hay más galerías de fotografía que en toda España en todos los últimos 20 años. Y claro, los conocimientos que un adolescente parisino tiene de fotografía son muy superiores a los de cualquier coleccionista español.

En cualquier caso siempre hay alguien que va por delante de su sociedad (la española), aunque vaya en la cola de otras sociedades. La siempre espabilada Juana de Aizpuru vendía en un panel grandes fotos de la última producción de Alberto García Alix y en otro panel 4 pequeñas fotos que se calificaban (con inscripción) de vintage, es decir, copias de época y estaban fechadas ¡en 1996! Así podían venderse al precio que la galerista quisiera. Porque, además, y como todo el mundo sabe (porque masivamente se difundió la noticia), Albertito tiene el SIDA y se va a morir (si bien no sabemos cuándo porque la noticia se difundió hace más de 15 años). Mercado. El mercado raquítico de una sociedad pusilánime.

Addenda. Lo bueno de haber ido en el primer día a ARCO fue el haber coincidido por los Príncipes de España. Y digo lo bueno porque gracias a ellos me enteré de algo que no hubiera sabido jamás de no ser por esa cierta coincidencia. De lejos los vi admirando una obra que mi vista no permitía ver con claridad, así que por evitar tumultos cambié de rumbo. En cualquier caso, me llamó la atención la cortesía con la que los Príncipes recibían la explicación por parte de la excitada galerista. Cuando más tarde pude regresar a ver la pieza de interés me encontré con una lámpara. Sí, exactamente una lámpara. Cuando delante de la obra pronuncié la palabra lámpara la avisada y ya no tan excitada galerista dijo “pero observe que los cristales son lentes de gafas de sol”. A lo que yo contesté: “una lámpara”. Justo como aquel chiste posfranquista de Jaimito, que instado por su profesor a decir el nombre de un mineral, éste se queda en blanco y contestaba tímidamente “una piedra”. El profesor vuelve a preguntar y Jaimito insiste con voz temblorosa “una piedra”. Así que un compañero desde atrás le chiva bajito “bas,alto, bas,alto”, ante lo que Jaimito se gira y dirigiéndose a su compañero le grita indignado “una piedra”.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

princeses!!!!