Chillida Leku: encuentros y ajustes
Chillida Leku. El lugar de Chillida, “a tan sólo 10 minutos de San Sebastián” como reza la publicidad. Trece hectáreas de terreno que circundan el caserío de Zabalaga, edificio del siglo XVI.
La restauración del edificio ha querido mantener la esencia de la construcción, y si bien es cierto que los cambios de distribución de espacios han sido importantes no es menos cierto que se ha conseguido preservar perfectamente tal esencia. Y a pesar de la unificación de alturas con nuevo lucernario cenital se vislumbra el alma del edificio. Es más, todo el espacio interior se encuentra gobernado por esa esencia.
A la vista quedan todos los pilares de madera y toda la viguería de roble que permite la grandiosidad del espacio interior. El cruce de vigas que se unen a un pilar y comunican con otro anticipan a Piranesi por la maraña de encuentros. Todos los pilares se reparten la fuerza necesaria y todos se encuentran con la horizontalidad de las vigas comunicantes. Pero cada pilar tiene, en Zabalaga, su particular e indiscutible estilo propio (como el de tantas construcciones antiguas de la zona). En todos y cada uno de esos encuentros entre pilar y viga se vislumbra la esencia de la construcción, la esencia del caserío, la esencia de una construcción profana, la esencia de una construcción humana. Una construcción hecha a la medida del ser humano.
De los pilares centrales emergen ramificaciones oblicuas que puedan canalizar de forma óptima el peso de la viga situada en la horizontalidad, la que permite ubicar el forjado. Cada una de esas “cuñas” se encuentra con el pilar de forma diferente, pero en todos los casos han necesitado empotrarse las unas contra el otro de forma en que el empuje hacia arriba fuera óptimo. Para ello se tuvieron que hacer cortes y secciones en la viga de roble que fueran adecuándose a una junta improvisada pero eficaz. Dependiendo de la ubicación cada viga requirió un corte personalizado. Así, la multiplicidad de los cortes produce una maraña de encuentros inverosímiles. Además, muchas de esas vigas se retuercen en discreto pero expresivo espiral por lo que el encuentro entre vigas, pilares y cuñas se hace no sólo más difícil, sino casi imposible.
Resulta francamente emocionante imaginar el levantamiento de la construcción a base de una relativa improvisación. Los encuentros y los ajustes en la viguería (que fueron necesarios para crear un espacio tan grande) dan cuenta, sobre todo, de una dimensión humana, la dimensión humana que emerge de lo profano. Y como dice Jean Galard, “La conciencia de lo profano es una consecuencia del culto a lo sagrado. El arte ha inventado nuestra vulgaridad”.
Nota. Dentro del recinto Chillida Leku había, también, una sala de proyecciones pequeñita y una tienda de souvenirs llena de llaveros, pañuelos, servilleteros, camisetas, bolígrafos, posavasos, relojes, colgantes, etc..
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