Los estadounidenses están que echan chispas. Una vez más un extranjero ha vuelto a imponerse sobre todos los expertos americanos en una materia, una materia de índole nacional. Después de muchísimos años de tradición, y después de un aprendizaje que sólo tuvieron ellos debido precisamente a esos años acumulados en forma de tradición, ha llegado un nipón y les ha arrebatado a todos los estadounidenses la posibilidad de ser los mejores en aquello que, por tradición, merecería tener un representante autóctono.
Pero no, ha llegado un japonés de 70 kilos, musculado y barbilampiño y ha conseguido erigirse en el número uno del evento que anualmente es convocado desde Coney Island. De nada les han servido sus entrenamientos diarios ni sus ejercicios mandibulares a todos esos energúmenos que se reúnen cada año con la intención de reivindicar la primacía de una idiosincrasia. Después va y llega un “maldito cabeza de limón” y les deja a todos con la boca abierta. Nunca mejor dicho.
Y claro, los estadounidenses se quejan de no tener un representante genuino. Y claro, los japoneses están la mar de satisfechos con su campeón. Y claro, el campeón es un ídolo nacional en Japón. Cuando vuelve a su país después de una gesta es aclamado, vitoreado y agasajado. No le faltan mujeres a su alrededor y podría conseguir el trabajo que quisiera porque lo que vende es Japón Vencedor. Y los estadounidenses, como respuesta, se compran un rifle y suplican ayuda a Charlton Heston.
Kobayashi, que así se llama el ínclito, ha vencido durante 5 años consecutivos el concurso que consiste en comer todos los perritos calientes que se puedan en un tiempo de 12 minutos. Y Kobayashi ha desbancado por quinta vez a una pandilla de energúmenos que se atragantaban de carne inverosímil y rebañada de mostaza. Con los ojos desorbitados. 59 perritos calientes en 12 minutos.
Muatatis Mutandi. Menos mal que el mundo no se encuentra en manos de bárbaros que sólo pretenden formar parte del Guiness y menos mal que contamos con la Cultura. La Cultura entendida de forma seria, la Cultura que, a decir de muchos, es una de las pocas cosas por las que merece la pena vivir: la música, el arte, la literatura, la arquitectura, etc. Y menos mal que los gestores y representantes de esa Cultura no pretenden formar parte de ningún Guiness y se dedican a pensar su profesión para poder hacer un uso adecuado de sus conocimientos. Menos mal, ¿no? Menos mal que a los gestores culturales de cada comunidad no les preocupa cocinar la paella más grande del mundo (por ejemplo) y se preocupan por saber de lo que hablan y por ahondar conocimientos sobre aquello que gobiernan, ¿no?
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