Menos mal que el mundo no se encuentra en manos de bárbaros que sólo pretenden formar parte del Guiness y menos mal que contamos con la Cultura. La Cultura entendida de forma seria, la Cultura que, a decir de muchos, es una de las pocas cosas por las que merece la pena vivir: la música, el arte, la literatura, la arquitectura, etc. Menos mal que los gestores y representantes de esa Cultura se dedican a pensar su profesión para poder hacer un uso adecuado de sus conocimientos, si no con consecuencias benefactoras en la práctica de su quehacer (a lo mejor sería mucho pedir), sí al menos consecuencias interesantes desde el punto de vista del Pensamiento. Menos mal, pues. Porque si hay algo que debemos presuponer de los gestores culturales de altas instancias o la los creadores con elevadas dosis de responsabilidad es, por lo menos, que saben de lo que hablan.
No hace mucho le hicieron una entrevista a Lisa Dennison, la directora actual del Guggenheim de Nueva York. Tras 27 años de fidelidad al citado museo se vio el año pasado recompensada con su dirección. Por otra parte sigue siendo chief curator de la fundación que lleva el mismo nombre y responsable de crear la colección de todos los museos Guggenheim, así como de toda la programación de exposiciones.
Dice la buena de Lisa en un momento de la entrevista: “Me considero una persona afortunada por venir del campo de la teoría, porque hoy muchos directores de museo salen de las business schools. Los museos se están convirtiendo cada vez más en simples negocios”. ¿Ven ustedes? ¡Menos mal!. Lisa sabe cuál es el estado de la cuestión y pone el dedo en la llaga: el Conocimiento debe imponerse a la zafiedad populista y la condescendencia mercantilista. Y parece tenerlo claro. Así, después de la enumeración de exposiciones blckbusters que la periodista le cita de memoria (motos BMW, Armani, etc., todas pensadas para el Gugghy), la buena de Lisa demuestra que si algo debemos presuponer de los gestores culturales de altas instancias o la los creadores con elevadas dosis de responsabilidad es, por lo menos, que saben de lo que hablan. Y por ello contesta: “Sí, es difícil dibujar esa línea... Creo que la pregunta es, ¿deben los museos hoy pensar como un tipo de empresa? Sí, porque son instituciones muy caras, el mantenimiento y los programas también lo son”.
El arquitecto Richard Gluckman, especializado en museos y remodelador del Museo Whitney, Warhol y O’Keeffe parece tenerlo más claro desde el principio, por eso decía en otra reciente entrevista, “si los museos no compiten con el ocio, tienen los días contados”. ¿Ven ustedes? ¡Menos mal! Gluckman sabe que las cosas no siempre son como a uno le gustaría que fueran. Es pragmático y no quiere ni engañarse a sí mismo. Y por ello se pone al día cobrando mucho dinero por hacer que los museos se parezcan cada vez más a un parque temático. Su inteligencia es pues indiscutible y demuestra que sabe perfectamente de lo que habla. Sobre todo cuando ante la pregunta “Cuando diseña un espacio para artistas, ¿en qué piel se pone, en la suya o en la de ellos?”, el bueno de Gluckman responde sin pensárselo dos veces, "Depende de si el artista está vivo o muerto. Trabajar con un artista muerto es mucho más fácil”. Menos mal, ya digo.
No hace mucho le hicieron una entrevista a Lisa Dennison, la directora actual del Guggenheim de Nueva York. Tras 27 años de fidelidad al citado museo se vio el año pasado recompensada con su dirección. Por otra parte sigue siendo chief curator de la fundación que lleva el mismo nombre y responsable de crear la colección de todos los museos Guggenheim, así como de toda la programación de exposiciones.
Dice la buena de Lisa en un momento de la entrevista: “Me considero una persona afortunada por venir del campo de la teoría, porque hoy muchos directores de museo salen de las business schools. Los museos se están convirtiendo cada vez más en simples negocios”. ¿Ven ustedes? ¡Menos mal!. Lisa sabe cuál es el estado de la cuestión y pone el dedo en la llaga: el Conocimiento debe imponerse a la zafiedad populista y la condescendencia mercantilista. Y parece tenerlo claro. Así, después de la enumeración de exposiciones blckbusters que la periodista le cita de memoria (motos BMW, Armani, etc., todas pensadas para el Gugghy), la buena de Lisa demuestra que si algo debemos presuponer de los gestores culturales de altas instancias o la los creadores con elevadas dosis de responsabilidad es, por lo menos, que saben de lo que hablan. Y por ello contesta: “Sí, es difícil dibujar esa línea... Creo que la pregunta es, ¿deben los museos hoy pensar como un tipo de empresa? Sí, porque son instituciones muy caras, el mantenimiento y los programas también lo son”.
El arquitecto Richard Gluckman, especializado en museos y remodelador del Museo Whitney, Warhol y O’Keeffe parece tenerlo más claro desde el principio, por eso decía en otra reciente entrevista, “si los museos no compiten con el ocio, tienen los días contados”. ¿Ven ustedes? ¡Menos mal! Gluckman sabe que las cosas no siempre son como a uno le gustaría que fueran. Es pragmático y no quiere ni engañarse a sí mismo. Y por ello se pone al día cobrando mucho dinero por hacer que los museos se parezcan cada vez más a un parque temático. Su inteligencia es pues indiscutible y demuestra que sabe perfectamente de lo que habla. Sobre todo cuando ante la pregunta “Cuando diseña un espacio para artistas, ¿en qué piel se pone, en la suya o en la de ellos?”, el bueno de Gluckman responde sin pensárselo dos veces, "Depende de si el artista está vivo o muerto. Trabajar con un artista muerto es mucho más fácil”. Menos mal, ya digo.
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