jueves, agosto 06, 2015

Eternidad

¿Se puede no creer siendo? No es una pregunta fácil de respoder, desde luego. Resulta francamente difícil no creer en nada si uno tiene la ventaja -relativa- de vivir. ¿No creer en qué? ¿En Dios? ¿En el ser humano? ¿En el otro? Difícilmente uno podrá no creer en nada. Jamás podrá nadie descreer de la vida.


¿Las otras creencias? Cada cual tiene las suyas. Ir tras la verdad es una forma de creer en ella, por mucho que se desconfíe de lo absoluto. Toda la gente que he admirado en mi vida ha fundamentado su pensamiento en la búsqueda de la verdad. Sólo la ignorancia más zafia es capaz de situar una disputa aludiendo a la inexistencia de verdades absolutas. Punto muerto de magnitud colosal.

Yo, por ejemplo, creo en la eternidad. Pero no una eternidad cualquiera, de cuento de hadas, no, yo creo en una extraña -cómo no- eternidad que sólo puede generarse desde el amor. Posiblemente no haya nada después de la vida, al menos nada de lo que somos capaces de imaginar, pero estoy convencido de que el amor es una fuerza tan poderosa como creadora. Cuando el amor es de verdad (y ya estamos con los dos términos en conjunción) no hay muerte que pueda con él. Pero tiene que ser de verdad. No hay muerte que pueda con el amor que se da en ese amante anciano que muere a los pocos días de haberlo hecho la mujer de su vida. O viceversa. A ese amor no le queda otra que ser eterno. 

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